Jorge Ramos Ávalos / Los niños de la caravana

AutorJorge Ramos Ávalos

HUIXTLA, Chiapas.- Leo los gritos -ignorantes y xenofóbicos- en las redes sociales.

Que son terroristas disfrazados. Que son criminales. Que son invasores. Que fueron enviados para desestabilizar a Estados Unidos.

Pero en la plaza central de esta pequeña población al sur de México yo sólo oí lloriqueos y risas de niños. Sus caras -cansadas, asoleadas, sorprendidas, inocentes, expectantes- son el mejor argumento contra los esparcidores del odio y los políticos racistas.

En la caravana de unos 7 mil centroamericanos, según el conteo de Naciones Unidas, que intenta llegar a la frontera con Estados Unidos, hay unos 2 mil niños. Imposible saberlo con exactitud (pero es el cálculo de algunos medios de comunicación en México).

Aquí, tirados bajo un plástico negro que los protegía de un sol villano, vi a una niña de ocho meses de edad y a un bebé de cuatro meses. Y a montones de menores corriendo en calzones o pañales, inquietos y cansados, sin zapatos, sudando y jugando con cualquier cosa. No saben lo que les falta.

Los terroristas no suelen llevar a sus niños en brazos y en carriolas durante más de mil millas, en temperaturas de 35 grados centígrados, para llegar a Texas o a California. Ni recorren cada día en chanclas y zapatos rotos el equivalente a un maratón.

Hay sugerencias de que esta caravana fue financiada por el billonario George Soros o por el dictador venezolano Nicolás Maduro. Pero yo no vi el dinero por ningún lado. Los hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses que conocí no tenían ni un dólar para comprar una botella de agua. (Aquí está mi video con la caravana: elnorte.com/caravanachiapas).

En las redes sociales leí terribles comentarios clasistas y racistas contra los centroamericanos. Son las mismas cosas que dicen de los mexicanos en Estados Unidos.

Pero en las calles de Tapachula yo vi la maravillosa generosidad y solidaridad con que muchos mexicanos trataron a los refugiados. En las casas les ofrecían comida, les regalaban ropa y zapatos, y nunca faltó el agua. Pero lo más importante eran esos ánimos que les daban para seguir adelante. Qué grande eres, Tapachula. Tus abrazos dan vida.

Eso contrastaba con la actitud del Presidente Enrique Peña Nieto -quien en la práctica se convirtió en el policía migratorio de Trump- al cerrar el puente que conecta a Guatemala con México (Peña: Mira...

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