Jorge Ramos Ávalos / Cómo se llevaron a Alexander

AutorJorge Ramos Ávalos

Alexander tiene apenas 11 años. Pero ya muestra esa personalidad del que ha vivido cosas muy difíciles y no se rompió. Estuvo separado durante 45 días de su madre y enviado, solo, a un centro de detención a cientos de millas de su madre. Eso es lo que hace la política de "cero tolerancia" del Presidente Donald Trump: separa familias.

Cuando conocí a Alexander, traía ropa nueva; jeans, camisa negra y zapatos tenis rojos. La goma impedía que se le moviera un solo cabello. Con sus ojos bien abiertos, observaba todo y decía muy poco. Nadie puede culparlo de desconfiar de los adultos. Después de todo, no hace mucho que unos extraños lo separaron por la fuerza de su mamá.

Quizás, por eso, hoy no se aleja de ella. Caminan juntos como si estuvieran atados por una cuerda invisible. Otilia, con su camiseta rosa, me contó que se fueron de Guatemala por el crimen y la falta de trabajo. Pero decidió traer sólo a Alexander y dejar atrás a sus tres hermanos de 10, 6 y 4 años de edad. Alexander, el mayor, había sido el elegido para que tuviera una vida mejor en Estados Unidos. Los otros tendrían que esperar.

Entraron ilegalmente por Arizona y al poco tiempo los detuvo la patrulla fronteriza. Los metieron en una camioneta "muy caliente" y luego a "la hielera", un centro de detención conocido por sus bajas temperaturas. Estuvieron tres días juntos y luego un agente le hizo una terrible pregunta a Otilia: "¿Ya sabes que te van a separar de tu hijo?". No, ella no lo sabía.

Alexander, detrás de un vidrio, vio cómo se llevaban a su mamá. "A ella la llevaban encadenada de las manos, de los pies y de la cintura", me dijo el niño, con el recuerdo aún haciendo daño. Poco después, lo subieron a un avión con otros niños y se lo llevaron a un centro para menores en Chicago.

Ahí las cosas sólo empeoraron para Alexander. Lo primero fue el bullying. "A mí me golpearon", me contó. Un niño de 14 años le metió el pie y su cabeza cayó contra el marco metálico de una cama. Se tocó la nuca y "mi mano estaba llena de sangre". Lo pusieron en otro cuarto, pero el miedo no desapareció. Quien lo tenía que proteger nunca lo hizo. La trabajadora social a la que fue asignado "me decía que no me quería ver".

Otros no tuvieron mejor suerte. "Yo he visto a niños sufrir", me explicó Alexander, antes de detallarme cómo terminó...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR