Jesús Silva-Herzog Márquez / Vulnerables

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La crisis sanitaria ha revelado las vulnerabilidades contemporáneas. Como el cambio climático, se trata de una amenaza planetaria. Pero, a diferencia del calentamiento global, el contagio viral no es una amenaza distante, sino una urgencia que obliga a la acción inmediata.

Ya podemos decir que no estamos políticamente preparados para enfrentar retos de esta naturaleza. Nuestras herramientas de decisión no corresponden a eso que el sociólogo alemán, Ulrich Beck, llamaba "la sociedad mundial del riesgo".

No hablo de las instituciones de salud pública, sino de las estructuras de poder. En estas semanas se ha manifestado el impacto que pueden tener los ocultamientos de información en los regímenes autocráticos, pero también se ha exhibido la torpeza democrática.

Hemos visto el impacto desastroso de la demagogia y la negligencia que en todos los rumbos quedan atrapadas por las mezquindades de la política del día. La opinión puede brincar en unas horas del irresponsable desdén al pánico. No son problemas de régimen, sino de poder.

Se equivoca Mario Vargas Llosa cuando advierte que la crisis del coronavirus sólo puede explicarse porque incubó en la dictadura china. Nada hubiera pasado, escribió en su artículo de ayer, si China fuera una democracia.

¿Es eso cierto? ¿No existen mecanismos de ocultamiento en los regímenes democráticos? ¿No padecen las democracias liberales constantemente de liderazgos incompetentes? ¿En verdad podemos decir que no existen ahí estímulos para rehuir decisiones severas?

No hay, por supuesto, buen momento para recibir una pandemia. Pero en México nos pesca en momentos especialmente vulnerables. Quienes saben de salud pública han advertido el efecto de ese afán de destruir todas las herencias, sin tener claro qué se pone en su lugar.

Me interesa concentrarme en otra debilidad: la propiamente política. El Gobierno federal, llamado a jugar un papel decisivo en la emergencia, parece especialmente incompetente para la tarea. Ofrezco razones para el pesimismo.

Incapacidad para reconocer hechos desfavorables. Cada vez son más claras y más preocupantes las señales de la voluntaria ceguera presidencial. La conducta reiterada es cerrar los ojos a lo que no le gusta al mandamás. Decretar formalmente su inexistencia y definirlo como conspiración de los perversos.

Todavía esta semana, cuando aun los más ignorantes nos percatamos de la tormenta económica que se avecina, el Presidente festejaba con los banqueros que...

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