Jesús Silva-Herzog Márquez / El arte como generosidad

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Pocos espacios hay en México tan hermosos, tan vivos, tan acogedores como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. A un paso de Santo Domingo, la casona del siglo 18 que es sede del IAGO es emblema de la obra de Francisco Toledo y de lo mucho que hizo por su ciudad y por su gente.

Un modesto espacio de exposiciones, una tiendita, varios cuartos de biblioteca repletos de libros de arte y dos patios esplendorosos presididos por sus plantas sabias.

Un refugio de arte, sombra y letras, animado por los jóvenes y viejos que van en busca de un libro, el periódico del día o una conversación alrededor de las mesas de pino.

Ése era el lugar perfecto para despedirlo, para agradecer su vida. Lo era porque en sus muros y en sus libreros se mostraba su amor y su compromiso, la hondura de su sentido estético y de su nobleza. El arte hecho generosidad.

Contaba Toledo que, cuando participaba en la Casa de la Cultura en Juchitán, en aquellos tiempos de batalla intensa de la COCEI, Rufino Tamayo le pedía que no se metiera en problemas.

Deje esas cosas que no son para usted. Póngase a trabajar. Recuerde que usted es pintor, no es político. Además, con esa voz tan chiquitita que usted tiene no va a lograr gran cosa.

Debí de haberlo escuchado, decía años después Toledo, sin mucha convicción: "algo" me jala para el otro lado. En lugar de estar dedicado solamente a mi pintura, ando tras los drenajes de los pueblos.

Estaba condenado a no ser solamente artista. O, más bien, a no ser artista solamente en su arte. En sus causas públicas, residía también la chispa de su creatividad.

Ese algo que lo jalaba a ver por los otros, a sembrar árboles y a cuidar lo que puede extinguirse fue parte esencial de su obra. No era desviación de su arte, sino el complemento justo.

En su imaginación prodigiosa se percibe una deuda, una gratitud, una lealtad. A los insectos y al tiempo, a todos los animales de la imaginación, a la infinita arena de los colores, al mito y a la lengua, al terruño y al mundo está ligado devotamente el arte de Toledo.

Imposible la expresión del artista sin el amor a su fuente.

Todo se desea en el mundo de Toledo. Todos se saborean, se penetran, se devoran. Todo vive en cópula con todo lo demás.

Al ver el desfile de sus personajes, observamos una alegre e inocente promiscuidad, una fraternidad orgiástica en la que peces, lagartos, cangrejos, monos y sapos se traspasan y se fecundan para multiplicar la creación o, tal vez, para burlarse de su catálogo...

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