Jesús Silva-Herzog Márquez / El tino de la crítica

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

El populismo se gesta en una impotencia. Los canales tradicionales no sirven para hacerse oír. Las escaleras de ascenso están bloqueadas; los derechos que se proclaman con toda solemnidad, se niegan cotidianamente.

El ciudadano no se encuentra en su representación. No es visto ni atendido. La política real niega rutinariamente a la mayoría.

Podrá reconocer al ciudadano en el momento de votar, pero lo ignora, lo desprecia y lo maltrata al día siguiente.

Ese régimen democrático que ofrece inclusión, excluye; esa política que promete atención, resulta impenetrable.

Los rituales de la política producen así una sensación de defraudación: hay votos, hay cambios de gobierno, hay alternancia... y poco cambia. Los mismos hacen lo mismo.

Es la ausencia de alternativas lo que alimenta el llamado populista. Su denuncia es certera y, en algunos aspectos, irrebatible.

En su denuncia de esa estructura de exclusión, en su crítica de la cápsula oligárquica, en su burla a los augurios de la modernidad nombra una experiencia que toca la vida mucho más que la prédica liberal y su fascinación con las abstracciones.

El reproche populista debería ser tomado muy serio. Sólo escuchando esa crítica, en lo que tiene de válida, puede reconstruirse el proyecto democrático.

No es necesario acompañar la propuesta para escuchar la denuncia. Que el camino que sugiera sea, a mi juicio, equivocado no significa que su argumento sobre las promesas incumplidas de la democracia sea absurdo.

Bien nos haría reconocer la validez de la crítica como un llamado de atención. No podemos ignorar la hondura de las desigualdades, la concentración de poder, la captura de las instituciones, la debilidad de los derechos.

Del populismo viene en nuestros días la crítica más severa a estas traiciones de la democracia liberal.

Por eso creo que tiene razón el brillante politólogo español Fernando Vallespín cuando sugiere que la clave para entender al populismo es su dosis.

Su compuesto químico no es necesariamente ponzoñoso. En la proporción justa, puede ser, incluso, medicinal.

"El populismo opera como el 'pharmakon' griego... porque significa a la vez remedio (medicina) y veneno; lo que cura y lo que mata, una antinomia inscrita en la misma palabra.

"Pues bien, creo que este es el caso del populismo en su relación con la democracia liberal: en pequeñas dosis sirve para tomar consciencia de qué es lo que no está funcionando en nuestros sistemas políticos y contribuye...

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