Jesús Silva-Herzog Márquez / La miga de la renuncia

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Al exponer las razones de su renuncia, Carlos Urzúa ha exhibido las dos contradicciones esenciales del Gobierno. Su proyecto social es ciego. Su discurso moral es hipócrita. Las dos columnas del Gobierno son saliva.

No hay instrumentos que sirvan al deseo de reemplazar al odiado neoliberalismo. Se le ha decretado muerto, pero no se ha cimentado ninguna alternativa. Las políticas que se han echado a andar no son, ni remotamente, un sustituto viable.

Las advertencias vienen de todos lados. Ahora se suma, con un juicio demoledor, quien fuera el arquitecto de la política económica en el primer tramo del Gobierno de López Obrador.

Es importante leer con atención su mensaje. La política lopezobradorista es expresión de un voluntarismo insostenible.

La magia comunicativa del opositor no opera en el mundo económico. No se genera crecimiento deseándolo. No se reparte riqueza con discursos sobre la igualdad.

La crítica de Urzúa es punzante: el Gobierno toma decisiones en el aire, sin un examen responsable y riguroso.

Imposible trabajar en un gobierno que decide cerrar los ojos a los hechos que le disgustan.

Un Gobierno que se imagina transformador no puede dar la espalda a las herramientas de la técnica, ni puede ignorar las mediciones que tenemos como confiables.

Urzúa decide separarse del Gobierno de los datos alternativos y sonar el timbre de alarma.

Es improbable que se le escuche, aunque pide lo elemental. Asentar toda decisión pública en razones, medir el impacto de la intervención gubernamental, corregir cuando es debido.

La fraseología -me niego a llamar "ideología" a los tics retóricos del lopezobradorismo- se impone sobre la evidencia, cierra los ojos a los datos, desprecia cualquier discrepancia, desatiende las advertencias y, sobre todo, es incapaz de viraje.

A cada crítica, una lista corta de descalificaciones e insultos. Encerrado en sus oraciones, el Presidente es incapaz de ver lo que tiene en frente. Y así dice, y seguramente cree, que las cosas van muy bien.

Al cerrar los ojos a lo molesto deja de escuchar también la voz diversa y compleja de los críticos. Ninguno le merece el mínimo respeto porque cualquiera que discrepa se desplaza de inmediato al espacio maligno del neoliberalismo.

Los discrepantes son enemigos y todos los enemigos son idénticos.

Urzúa, su colaborador en el Distrito Federal, su aliado en muchas batallas, embajador suyo en ámbitos hostiles, integrante destacadísimo de su primer...

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