Jesús Silva-Herzog Márquez / Sobre el convenio

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Habríamos despertado en condición crítica. De haberse impuesto la amenaza del Presidente Trump, el País estaría cayendo por la cascada del pánico.

A las malas decisiones internas y a los preocupantes reportes que han llegado de todos lados, se habrían agregado esta mañana las hostilidades comerciales. Se habría activado un descrédito feroz e ingobernable.

El escenario de lo inmediato habría cambiado de color. Los cautelosos no tendrían más remedio que volverse pesimistas, los pesimistas, se volverían catastróficos.

Por supuesto, los dogmáticos de ambos extremos seguirían fijos, cómodamente, en sus expectativas. Por eso puede decirse que se evitó el mal mayor. En condiciones en extremo complejas, se logró un acuerdo.

Vale reconocer el asomo en este capítulo de un Presidente pragmático y disciplinado.

López Obrador lo fue, sin duda, en esta negociación. No se salió del libreto que se impuso, dio espacio amplísimo a los negociadores, no antagonizó con bravatas.

Frente a Estados Unidos ha sido un Presidente moderado, dispuesto a escuchar y empeñado en conjurar cualquier conflicto. Sabe lo que importa la relación y la maneja con delicadeza extrema.

Se deja entrever, así, un Presidente que, al reconocer los límites de su propia voluntad, podría cultivar un nuevo sentido de responsabilidad.

Independientemente de los méritos del acuerdo obtenido, me parece importante registrar ese brote de cautela y orden porque puede ser una enseñanza para encarar las crisis que se avecinan.

El acuerdo firmado en Washington es caro para México. Es la proclamación oficial del patio trasero.

México será la sala de espera de quienes buscan asilo en Estados Unidos. Quienes lo intenten serán retornados a México "sin demora". Y aquí deberán esperar.

Frente a este compromiso, lo que México gana es blablá. Logramos insertar una alusión a la "fraternidad universal" en el texto del convenio.

Estados Unidos dice que cooperará para que México y Centroamérica sean zonas de prosperidad, pero, desde luego, no se obliga ni a un centavo.

Algunos dirán que no solamente es un acuerdo caro sino indigno, un convenio que convierte al País en el muro de Trump, que pone al Estado mexicano al servicio de la política migratoria de Estados Unidos.

Así lo promoverá seguramente el candidato Trump, festinando su victoria sobre los mexicanos.

Otros dirán que el realismo y la responsabilidad obligaban a pagar cualquier precio. Dirán que, ante la amenaza de una guerra comercial, no hay lugar para...

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