Jesús Silva-Herzog Márquez / Teoría del mecansogansismo

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

No estamos frente a la erosión de las instituciones.

Hablamos de erosión cuando contemplamos un desgaste lento de las piedras o de la tierra. Es la constancia del viento o la terquedad del agua lo que, a lo largo de los años y los siglos, va carcomiendo poco a poco rocas y suelos. Eso es la erosión.

Lo que hemos vivido en estos dos meses es un daño veloz y profundo al régimen institucional. En unas cuantas semanas se han debilitado de manera importante los órganos de la neutralidad y las cápsulas técnicas.

La acumulación revela que el desmantelamiento de esas instancias es parte fundamental del proyecto político de este Gobierno.

Si las instituciones son un estorbo, hay que pasar por encima de ellas. Si los procedimientos obstaculizan las acciones de un Gobierno con prisa, habrá que ignorarlos. Si los técnicos de antes lo hicieron tan mal, la preparación, el conocimiento es irrelevante.

Lo único que importa es la fidelidad al proyecto. La lealtad es el nuevo mérito.

No idealizo el pasado. Sé muy bien que muchas de esas instituciones fueron capturadas, que se sometieron a la lógica de las cuotas, que se situaron en una condición de privilegio.

Pero eran el germen de una administración profesional, el semillero de cuadros técnicos de gran competencia. Mucho invirtió (en todos sentidos) el Estado mexicano en esta ruta de profesionalización que prefiguraba un diálogo útil y prudente.

Llegó a formar, sin lugar a dudas, un patrimonio público invaluable.

Pero para la nueva Administración estos cuadros son un fastidio. En su democracia no hay lugar para intermediarios, no hay posibilidad de conformar neutralidades, ni es en realidad valiosa la técnica.

La aplanadora del hiperpresidencialismo no solamente atropella el pluralismo institucional. También arrasa con la deliberación.

Lo que importa es la voluntad del señor Presidente: sus compromisos de campaña, sus anhelos. Nada que vaya en contra de los deseos del Presidente tiene valor. Ningún estudio técnico que se aparte del dictado presidencial merece ser tomado en cuenta.

Si alguien osa insinuar la inviabilidad de los caprichos del jefe, tendrá los días contados. Regresamos a la Presidencia axiomática: todo deseo del Presidente es incontrovertible.

Si lo desea el Presidente no requiere demostración. No hay razón que pueda estar por encima de la razón presidencial. No hay argumento que pueda rebatir los deseos del Presidente. No hay órgano que pueda ponerle freno.

Lo ha expuesto el...

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