Jesús Silva-Herzog Márquez / Elogio

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La crítica de la política suele dar la espalda a uno de los placeres de la crítica literaria o de la crítica de arte. No se ejercita en el elogio. Es infrecuente en nuestro medio que se festeje la trayectoria de un personaje público.

Conocemos, sí, el cebollazo: ese enaltecimiento desmedido e interesado de los personajes poderosos. Alabanzas desde la pleitesía, no desde el juicio independiente.

Hoy, cuando está por concluir el encargo del Ministro José Ramón Cossío, es debido intentarlo porque no solamente representa una carrera judicial ejemplar sino porque encarna una tradición de digno servicio público que solamente ignoraríamos en nuestro perjuicio.

Muchas vocaciones coinciden en la de José Ramón Cossío.

Un jurista que llega a la cumbre del Estado. Un maestro empeñado en rehacer el entendimiento y la enseñanza del derecho. Un tutor de generaciones. Un hombre de la transición: el protagonista discreto de un cambio histórico.

Un atentísimo observador del mundo que no se entrega a las cegueras profesionales. Un curioso que se adentra en todas las disciplinas y que, de cada una de ellas, obtiene aprendizajes.

Un intelectual que razona en público sobre los mil asuntos que nos conciernen. Un inagotable germinador de proyectos intelectuales.

Cossío debe ser reconocido como uno de los arquitectos del pluralismo democrático que, con todos sus defectos, se asentó en el País. Lo es por razón doble.

Primero porque hizo la crítica del fundamento constitucional del autoritarismo y porque abrió espacio, desde la Suprema Corte de Justicia, a una nueva convivencia política.

Su aporte debe ser aquilatado porque encarna otra transición. No la visible de las elecciones y la representación política. No la ruidosa transición de la alternancia, sino la transición que da asiento al pluralismo, que fortifica y ensancha derechos a través de la intervención judicial.

Antes de ocupar silla en la Suprema Corte de Justicia, José Ramón Cossío examinaba una faceta ignorada del autoritarismo.

Conocíamos de los trucos electorales, se hablaba del hiperpresidencialismo y de la manipulación corporativa. Se denunciaba el fraude electoral, los abusos del Ejecutivo, la ausencia de libertades.

Cossío nos abrió los ojos al advertir que la retórica constitucional no era irrelevante para el funcionamiento de esta maquinaria de arbitrariedades.

Su juicio era severo: los abogados mexicanos habían contribuido, con su ciencia y su mansedumbre, a la legitimación del autoritarismo...

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