Javier Livas / En medio de la vorágine

AutorJavier Livas

La gente se rebela. Van contra los partidos. Van contra los políticos. Quieren acabar con "los corruptos". Hasta la Iglesia ha decepcionado, dicen.

Los comerciantes están más engañosos que nunca. Los industriales contaminan sin rubor. Nadie cumple las leyes. ¿Los políticos? ¡Guácala!

Hay malestar por un desorden con el cual todos colaboramos, a veces como parte de los agentes nocivos, otras como víctimas exasperadas.

Se siente que antes que avanzar como sociedad, vamos en reversa. Quizá esto se deba a que ahora estamos cientos de veces más interconectados a una gran diversidad de fuentes de noticias.

La sociedad es un vórtice gigantesco con fuerzas contrapuestas, unas que atraen hacia el centro y otras que expulsan y marginan. Todos sentimos los tirones en sentidos opuestos. Me doy cuenta de que no hay tema que no se pueda controvertir.

En medio de todo ese desorden aparente, hay un hilo conductor que puede explicar mucho de lo que sucede. Estamos en una gran transición tecnológica y del conocimiento como nunca se había experimentado.

Éste es otro mundo. Por ejemplo, hace una generación no se podría haber concebido un ataque terrorista en Estados Unidos en contra de un club para la comunidad LGBT, protagonizado por un "gay" al que un recién fundado Estado Islámico a decenas de miles de millas le hizo "coco wash" por internet.

Lo bueno avanza y lo malo galopa, ya no digamos el deterioro moral. Todo se vale, los derechos están desechos.

La gente se expande con cientos de mensajes, quejas, comentarios, y saturan a todos los incautos que les hacen caso. Todos queremos atención. Tres mil millones conectados a internet que tienen algo que decir, objetar, comentar, pedir o demandar.

Bienvenidos a la era de la estupidez colectiva, me advirtió Chris Langton, experto en vida artificial en diciembre de 1994, unos días antes de la gran devaluación. Cuando hace crisis un sistema complejo, como lo es el sistema social, es importante que haya participación en el rediseño, pero no tanta.

Cuando todo mundo opina sin estructura alguna, el caos toma vuelo y en vez de surgir un nuevo orden, el sistema retrocede. Eso nos está pasando.

El Sistema Nacional Anticorrupción es una estupidez...

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