Javier Livas / Intolerable

AutorJavier Livas

El desgobierno del Estado de Nuevo León ha llegado a un límite intolerable. Desgraciadamente, la causa del desgobierno, o sea la desconexión con la realidad por parte del Gobernador José Natividad González Parás, es también la razón por la cual éste no ha sentido la necesidad de renunciar a su cargo. Si no se da cuenta de lo que sucede es difícil que haga lo correcto.

Cuando Eduardo Elizondo sintió que el Gobierno federal le había hecho una mala jugada y su posición como Gobernador del Estado había quedado comprometida, por dignidad prefirió convocar al Congreso del Estado y presentarle su renuncia irrevocable.

Diferencias serias de cómo manejar los problemas universitarios fueron suficientes para que el Licenciado Elizondo dejara el cargo y sentara un precedente que en este momento se agiganta.

Su suplente, Luis M. Farías, decía que él no aceptaba que el Ejército viniera a Nuevo León a hacerle su chamba. Que si eso fuera necesario para mantener el orden, prefería renunciar. Nunca renunció, pero porque hubo un mínimo de orden en el Estado.

El actual Gobernador está totalmente nulificado. Simplemente, no gobierna. El descontrol de la seguridad ha llegado a niveles no solamente nunca vistos ni imaginados siquiera, sino realmente intolerables desde cualquier punto de vista.

Las declaraciones de Aldo Fasci, Secretario de Seguridad Pública estatal, en el sentido de que hay policías estatales traidores, es evidencia suficiente para concluir que la inseguridad que se vive en Nuevo León no es sino el resultado de una actitud de gobierno equivocada que ha ido creciendo y exacerbándose hasta llegar a causar la zozobra de toda la población.

Si los jefes de los policías no confían en ellos, ¿cómo esperar que los ciudadanos confiemos en las autoridades?

El Gobernador González Parás sufre el síndrome de la realidad subrogada, ficticia. Él ha creado un mundo imaginario en el que es el Gobernador perfecto, querido y admirado. No obstante, ese mundo solamente existe en su mente y de nadie más.

Para él, sin embargo, detentar el título y utilizar el poder de la representación oficial es suficiente para estar satisfecho. Lo que suceda en la calle, en la...

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