Javier Alberto Reyes G. / La estrategia del caracol

AutorJavier Alberto Reyes G.

El título hace referencia, obviamente, a esa perlita del cine latinoamericano, autoría de Sergio Cabrera (Colombia, 1994), donde ante la voracidad de los poderosos -quienes ejercen de titiriteros de un sistema de procuración de justicia brutal y servil- los inquilinos de una casa a punto de ser desalojada (que bien podrían ser de cualquier empobrecida comunidad latinoamericana) emprenden la inverosímil estrategia de mover la construcción a otro lado, pieza por pieza, mueble por mueble.

¿Deberíamos mover al País a otro lado, entonces, ante la cruenta barbarie que acecha a México en tiempos recientes? No tanto así, pero por ahí va la cosa. Veamos.

México se encuentra en la antesala de una crisis, y en tal suerte concuerdo con Lorenzo Meyer en su editorial de ayer (EL NORTE, febrero 23, 2006): El gober-precioso-gate dejó en claro que en nuestro País la realidad está salpicada de tráfico de influencias, poder judicial y policía sumisos, prensa vendida, política cerril y "tabernaria" (Meyer dixit), empresariado hipócrita y estado de derecho mitológico, entre otras lindezas. Además de ello, lentamente se está cocinando una crisis de fin de sexenio de la mano de factores tales como una economía disfuncional, autoritarismo (ejemplificado en Puebla, aunque seguramente no circunscrito a dicha entidad), anquilosamiento de los partidos, mala relación con Estados Unidos, bajísima calidad educativa y una delincuencia creciente que el sistema no puede ya detener.

¿Y qué están haciendo los candidatos ante esta realidad? Inyectar más miedo a la ciudadanía. El miedo, como hemos perorado con anterioridad, es un arma efectiva para afianzar regímenes duros -inconcebibles en otras circunstancias-. Ejemplos abundan, comenzando por nuestro vecino del norte, donde demonios con turbante son inoculados en el imaginario colectivo para que triunfen las políticas represivas de Bush y su pandilla. Pero el espectro es mucho más amplio, tanto como asuste a la sociedad: pueden ser los "diferentes", los "otros", el chupacabras o al fin del mundo. El autoritarismo se alimenta de miedo, simple y llanamente.

Por eso desanima tanto que el Presidente ande balbuceando por todo el país que vomita esto y lo otro, y que las obras y los programas se van a detener en caso de no haber "continuidad" (en evidente y desvergonzado proselitismo, no obstante lo ordenado por el endeble IFE); por eso no son pocos ya los editorialistas que reprochan a Calderón refugiarse en un oscurantismo...

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