Jaime Sánchez Susarrey / Infamia

AutorJaime Sánchez Susarrey

En Michoacán, la paz y la seguridad están prendidas con alfileres. Ha habido, sin duda, progresos, pero la construcción de un Estado de derecho llevará tiempo. Ante esta realidad, el Gobierno federal ha optado por un viejo principio: si no puedes resolver el problema, adminístralo.

La detención del Dr. Mireles ocurre en ese contexto. Se le ha acusado de presuntos delitos contra la salud y portación de armas prohibidas. Lo primero no es creíble, lo segundo es contradictorio.

El Dr. Mireles es un hombre valiente, no un santo. Siempre ha tenido aspiraciones políticas; de hecho fue funcionario del Gobierno de Leonel Godoy. Pero de ahí a considerarlo un narcotraficante, o líder de una insurrección armada contra el Estado, hay una enorme diferencia.

Imposible soslayar que, hace meses, fue el propio Secretario de Gobernación quien afirmó públicamente que no había evidencias de colusión entre el crimen organizado y los líderes de las autodefensas.

Lo que le está pasando al Dr. Mireles no es nuevo, es lo mismo que le ocurrió a Hipólito Mora: se le detuvo por la presunta participación en dos asesinatos, sobre la base de testimonios infundados. Tres meses después, se reconoció la arbitrariedad y se le liberó.

La detención de Mora y Mireles tiene objetivos y razones estrictamente políticos. Cada uno, en su momento, se enfrentó abiertamente al Gobierno federal, es decir, al comisionado Castillo.

Ambos comparten molestia e irritación con la estrategia federal. Ambos insistían en que antes del desarme de las autodefensas deberían ser detenidos todos los jefes Templarios. Y ambos denunciaron, cada uno en su momento, que el problema de la inseguridad y la violencia no había sido solucionado.

Mireles fue incluso más lejos: declaró que el Gobierno federal no aprehende a "La Tuta" porque no quiere, ya que lo tiene perfectamente ubicado. En respuesta, el comisionado Castillo dijo algo desconcertante: no se le detiene porque habría enfrentamientos y derramamiento de sangre.

Por desgracia, no es evidente que Los Templarios hayan sido efectivamente desarticulados. En Michoacán, como en otras partes, la ofensiva de las fuerzas federales ha provocado un repliegue y una dispersión de los delincuentes -conocido como efecto cucaracha.

En ese sentido, hay dos datos alarmantes: el primero, pese a la denuncia de Mireles, "La Tuta" sigue libre. Servando Gómez, sin embargo, era (es) el líder más visible y activo de Los Templarios. A grado tal, que hasta ahora no se puede...

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