Isabel Turrent / Sócrates en México

AutorIsabel Turrent

Los caminos de los libros son impredecibles. Este -"The Trial of Socrates"- que cuenta la historia de la democracia ateniense a partir del juicio de Sócrates fue un regalo bienvenido pero inesperado. Es un libro publicado en 1989 que ha vuelto a circular, me imagino, gracias a la reciente publicación de una biografía de su autor, el polifacético periodista I. F. Stone.

Es también un libro fascinante: Stone lo escribió mientras convalecía de una enfermedad, después de haberse puesto a estudiar griego para ir a los textos originales. Tomó su pluma periodística, reconstruyó a la Atenas del siglo 5 a.C y escribió sobre el juicio de Sócrates como si hubiera sucedido ayer. Afortunadamente, sólo en algunas páginas cedió a la tentación de trazar paralelismo con el siglo 20 que le había tocado vivir, porque esas analogías rompen de inmediato la ilusión del lector de estar, en efecto, dialogando con Sócrates en las plazas de Atenas.

Algunos sí cedieron plenamente a la tentación, así que el Juicio de Sócrates de Stone se coló por otro camino: The Economist publicó un ensayo en el número especial de diciembre que es, de hecho, un resumen del libro de Stone -a quien sólo menciona al final- y llevó al filósofo a pasear por la democracia estadounidense.

A Sócrates y a Platón, su discípulo favorito, les va muy mal en el libro de Stone. El célebre filósofo, que gracias a los Diálogos de Platón pasó a la historia como un santo laico, transita de encarnar al disidente crítico que tuvo que beber cicuta como una última defensa de la libertad de expresión, a ser un pensador antidemocrático, que frecuentaba a personajes poco recomendables y que guardó un embarazoso silencio cuando algunos de ellos establecieron dictaduras breves pero sangrientas en Atenas en 411 y 404 AC.

A Estados Unidos le va muy mal en el viaje imaginario de Sócrates que publicó The Economist. Sócrates hubiera desdeñado con sarcasmo la democracia estadounidense como una ocurrencia más del rebaño de ciudadanos ignorantes e ineducables que, según él, escenificaban la democracia ateniense. Hubiera expuesto, sin duda, la confusión y la ignorancia de políticos y ciudadanos y se hubiera indignado ante la pobreza del debate y del lenguaje en las instituciones y en los medios.

Si imagináramos a Sócrates de travesía por México, nos iría mucho peor. El filósofo, que vivió toda su vida en una ciudad bellísima, se quedaría horrorizado ante la fealdad casi sin fisuras de la Ciudad de México, la inseguridad...

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