Isabel Turrent / Elogio del liberalismo

AutorIsabel Turrent

Ante la proximidad de las elecciones y en estos días dedicados (en teoría) a la reflexión, limpiar el lenguaje político parece una labor indispensable.

En la retórica política actual, y no sólo en México, "liberal", o peor aún "neoliberal", es un (des)calificativo más terminal y poderoso que "derechista". El "neoliberalismo" tiene la culpa de todo: desde el calentamiento global hasta la crisis financiera. Y en la olla del vilipendiado liberalismo caben los políticos más odiados, más allá, curiosamente, de que sus ideologías y tendencias políticas sean opuestas. Salinas, Fox y Bush, por ejemplo, son "neoliberales" antes que cualquier otra cosa.

Rescatar al liberalismo de estos extraños representantes y regresar por un momento a su esencia es importante para colocar en el casillero que les corresponde a estas figuras políticas y determinar con claridad en qué se equivocaron para no repetir la historia. También para defender al liberalismo mismo, que es de hecho la filosofía política donde descansa cualquier democracia moderna, y cuya permanencia está lejos de estar garantizada. El término "liberal" se ha convertido en una categoría mutante porque es difícil definir en una o dos oraciones su esencia y sus objetivos. A diferencia del socialismo -en todas sus variantes-, no ha producido buenos lemas ni se presta a campañas publicitarias.

Por ello, tendemos a olvidar con facilidad los valores liberales y la deuda histórica que tenemos con el liberalismo. No recordamos que hace 200 años, el orden "natural" o "divino" de la sociedad, apuntalado por las religiones establecidas, era una pirámide donde los de abajo (esclavos, pobres, minorías subyugadas y mujeres) habían nacido sin derechos, para quedarse donde estaban y callar y obedecer. Imperaban regímenes políticos monárquicos, autoritarios y dictatoriales; no había división entre iglesia y Estado, y la manera usual de dirimir las diferencias políticas era la guerra. Éste fue el orden que los liberales mandaron al basurero de la historia.

Baruch Spinoza planteó, en el siglo 17, la primacía de la libertad y la necesidad de establecer un régimen democrático y secular. Y así le fue. Pero sus ideales fueron recogidos por John Locke -y su insistencia en que el Gobierno debía sustentarse en el consentimiento de los gobernados- y una pléyade de pensadores. Las ideas liberales encarnaron después en los ideales de la Revolución francesa y en la...

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