Isabel Turrent / Boris Nemtsov

AutorIsabel Turrent

En la que fue tal vez la última entrevista que dio a la prensa internacional antes de ser asesinado en el corazón de Moscú, literalmente bajo la sombra de los muros del Kremlin, Boris Nemtsov pintó en unas cuantas palabras precisas el estado comatoso de la oposición en Rusia.

En 2011 -explicó al Financial Times-, refiriéndose a las multitudinarias manifestaciones de quienes se oponían a que Vladimir Putin asumiera de nuevo la Presidencia, "había una oposición. Ahora la oposición no existe, sólo hay disidentes".

Nemtsov era, junto con Alexei Navalny, el disidente más visible dentro de Rusia. Murió haciendo llamados a los hoy apáticos y asustados oponentes de Putin para que acudieran a la manifestación que encabezaría -dado que Navalny estaba en prisión por distribuir panfletos críticos al Gobierno- en contra de la guerra en Ucrania, el 1 de marzo.

La manifestación se convirtió en un homenaje multitudinario a Nemtsov, un hombre carismático, comprometido y valeroso.

Los asesinos habían logrado su cometido. Nadie habló del tema que Nemtsov planeaba exponer ese domingo: la guerra injusta que Putin ha emprendido contra Ucrania con la participación, que Putin niega, de soldados y paramilitares rusos.

El Gobierno intentó zafarse en un principio de cualquier responsabilidad en la muerte de Boris Nemtsov, con una declaración no sólo ofensiva, sino falsa y hasta políticamente suicida.

Vladimir Putin no podía tener que ver con el asesinato porque Nemtsov no representaba ninguna amenaza ni para el Estado, ni para el Presidente, dijo el portavoz del Kremlin.

El sustrato, políticamente suicida y ominoso, es que el Gobierno ruso sí se tomaría el trabajo de asesinar a sus críticos si, de acuerdo con sus criterios de relevancia política, tuvieran un perfil más alto y visible.

La mentira, que se ha convertido en el corazón de la omnipresente propaganda gubernamental, es que Nemtsov no era una amenaza para el Presidente.

Si la crítica no fuera un peligro para Putin, jamás se habría tomado el trabajo de expropiar a las televisoras, la radio y la prensa. Ni hubiera convertido en ley sanciones draconianas para sus críticos.

Tampoco habría montado un aparato aplastante de propaganda en todos los medios encaminado a convertir a una mayoría de la opinión pública en zombies malinformados, y a sus opositores en una "quinta columna" de "traidores".

Ésos eran los cargos que la propaganda goebbelsiana de Putin, cuyo signo es el odio, endilgó a Boris Nemtsov.

En esa...

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