Isabel Turrent / Batalla por la democracia

AutorIsabel Turrent

Aun para los patrones de excentricidad que los ingleses han cultivado desde siempre, los brexitistas conservadores radicales que ocuparon la banca del Gobierno -front bench- en el Parlamento, encabezados por el nuevo Primer Ministro Boris Johnson, el 3 de septiembre, se cuecen aparte.

Steve Baker, que antes del referéndum de 2016 organizó a muchos parlamentarios para apoyar la campaña a favor de Brexit, es un recluso y un fanático religioso, al igual que su colega Jacob Rees-Mogg, un católico fervoroso que es una caricatura estirada y pomposa de la britanidad, si tal cosa existe.

Rees-Mogg acabaría la sesión reclinado sobre varios espacios de la front bench como si no fuera protagonista de uno de los debates más importantes de Gran Bretaña en las últimas décadas.

Pero los líderes de la transformación del Partido Conservador, que gobernó durante muchos años al país desde el centro, en una secta de ultraderecha dispuesta a aventar por la borda la racionalidad política y al país entero, son Dominic Cummings, el principal asesor del Primer Ministro, y Boris Johnson. Uno se cree Bismarck; el otro se cree Churchill.

Cummings ha dedicado años a estudiar el manejo de la información digital con el único fin de ganar elecciones. Cameron, el Primer Ministro que convocó al referéndum, lo conocía bien. Alguna vez dijo que era un sicópata de la política. Tenía razón.

Como cabeza de la campaña por Brexit ganó el referéndum y con esas credenciales -y su inmensa arrogancia- ha diseñado una estrategia para destruir las instituciones democráticas británicas y convertir al Primer Ministro en un líder todopoderoso.

Debe haber disfrutado mucho diseñando tácticas que abusan de los muchos resquicios de la Constitución no escrita del país y rompen la civilidad británica.

Para empezar, le aconsejó a Johnson que le pidiera a la reina la prórroga o suspensión del Parlamento por cinco largas semanas. El pretexto: preparar un programa de Gobierno. La realidad: impedir que el Parlamento analizara, legislara e impidiera el Brexit sin acuerdo programado para el 31 de octubre.

El segundo paso para que nadie pudiera evitar un Brexit duro automático fue convocar una elección adelantada para el 14 de octubre (que Cummings aseguraba que los conservadores ganarían caminando como defensores de la "voluntad del pueblo" frente a un Parlamento elitista).

Lo que cosecharon fue un rosario de derrotas que han colocado a Johnson entre la espada y la pared y han renovado la democracia...

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