Isabel Turrent / Amos Oz: el disidente

AutorIsabel Turrent

Ese día de febrero en su casa de Arad, tomando café en medio de libros y más libros -su estudio, una réplica del departamento donde Amos Oz creció en Jerusalén- hablamos de literatura, pero la política se coló por todas partes. Al final, subrayó que era un escritor con una doble misión: la literatura y la crítica política.

La anécdota de las dos plumas es famosa: "Yo escribo con dos plumas", me dijo, "una negra y una azul. Con una de ellas escribo literatura, con la otra, artículos políticos cuando un político o algún demagogo distorsiona el sentido de la palabra. Yo busco mantener la claridad del lenguaje. Cuando un político pervierte la palabra, tomo la pluma y lo mando al diablo".

A pesar de que Oz era un hombre introspectivo y profundamente inteligente, se equivocó al identificar la raíz de su talante disidente.

Defendió a ultranza al judaísmo secular hermanado con el humanismo occidental que practicaba. Pero no se trataba del que había nacido con la Ilustración en Europa Occidental, como afirmó más de una vez, sino de la tradición disidente que nació y floreció en Rusia en el siglo 19. Del papel político de los pensadores en las márgenes europeas de donde provenía su familia: de la resistencia al poder que imponía a los miembros de la intelligentsia la obligación de ser guías morales de la sociedad y críticos inclementes del poderoso a cualquier costo.

En lo que no se equivocó fue en señalar el momento histórico que lo llevó a comprar la pluma crítica: la Guerra de los Seis Días en 1967 y su secuela.

Amos Oz era un sionista convencido. Los fundadores de Israel se habían adelantado al Holocausto y habían construido el embrión de un Estado en la tierra ancestral de los judíos: la única alternativa de supervivencia para ellos.

Pero él, como muchos israelíes liberales, no estaba dispuesto a pagar el precio de la ocupación de Judea y Samaria y el sometimiento de los palestinos. Y menos aún la oleada de nacionalismo que multiplicó los asentamientos israelíes en los territorios ocupados.

Así que en 1982 empacó y recorrió los asentamientos en Judea y Samaria y les dijo a los pobladores, en especial a los habitantes de Ofra en el corazón de Samaria, lo que nadie se había atrevido a decirles: que en el éxtasis de la victoria militar de 1967 habían sufrido una "intoxicación mesiánica" que no tenía asideros en la realidad, y que la ocupación de los territorios...

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