Irma Martínez de Maldonado/ Silencio entre muros

AutorIrma Martínez de Maldonado

Nada de lo que diga en esta columna podrá cambiar la escalofriante tragedia familiar que se suscitó el domingo en nuestra ciudad.

A la comunidad nos conmueve la determinación absurda a la que llegó esta ciudadana. ¿Acaso no pensó en el futuro de sus dos pequeños? ¿ No pasó por su mente que la mayor infidelidad se encuentra al traicionar nuestro propio camino?

¿Su desesperación se desbordaría por no haber encontrado con quién hablar sobre sus problemas y sentirse comprendida? ¿Será que nuestras tradiciones han encaminado a la mujer a sufrir en silencio?

¿Acaso Sandra desconocía que existen en nuestra ciudad centros dedicados a brindar ayuda a víctimas que padecen violencia física o emocional intrafamiliar ? ¿Tal vez con una llamada telefónica al Centro de Atención de Víctimas de Delito su destino hubiera sido distinto?

En ese centro le hubieran ayudado a ver que su agresor la estaba confundiendo, pues ella llegó a visualizar como su peor enemiga a la mujer a quien dio muerte, cuando su principal traidor era su marido.

Si Sandra hubiera asistido a uno de esos centros, ella misma se hubiera brindado la oportunidad de entender que la vida de una mujer no termina por la infidelidad de un marido ya que, aparte de sus dos hijos, tenía innumerables alternativas para salir adelante de sus problema, sin embargo, el hubiera no existe para Sandra.

Este caso refleja la realidad de la violencia emocional que viven muchas mujeres y que erróneamente observan su vida como un laberinto sin salida. Es obvio que dichas ideas provienen de esa cadena de enseñanzas que dictaron las abuelas dejando en sus hijas y nietas la implícita huella de que el mejor remedio para conservar el matrimonio se encuentra en la discreción del silencio absoluto.

Es decir, ante los problemas matrimoniales, "las buenas mujeres" jamás se permiten quejarse de las faltas del marido.

Era preferible que la mujer enfermara a causa del sufrimiento o llegara hasta a enloquecer y en ocasiones matarse o matar, pero que lo hiciera en silencio.

Lo triste es que hoy, a pesar de que las leyes ya contemplan como delito la violencia intrafamiliar, siguen creyendo muchas mujeres en el equivocado concepto del silencio. No observan como posibilidad la de pedir apoyo sicológico y queda casi nula la idea de llegar a poner una denuncia en contra del agresor.

A pesar de que la prensa semana tras semana nos comunica de escalofriantes casos en donde el "silencio entre muros" fomenta tragedias irreparables...

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