Irma Martínez / ¿Papa marxista?

AutorIrma Martínez

La desigualdad social, el aumento del número de pobres y la baja en la clase media son fenómenos que nos dan a entender que, en el mejor de los casos, vivimos en una economía estancada.

México es parte del 25 por ciento de naciones con mayor desigualdad en el mundo.

Por el lado de la pobreza, las cifras que esta semana se publicaron sobre el aumento de personas en esta condición en nuestro País son para poner a prueba a cualquier optimista (un investigador del Colegio de México habla de ¡hasta 100 millones de pobres!).

En el lado de la riqueza, en México el 1 por ciento más rico posee el 21 por ciento de los ingresos del País. El Nobel Joseph Stiglitz señala que el 1 por ciento de la población controla el 50 por ciento de la riqueza mundial.

En nuestro País abundan los casos en los que la esfera pudiente soborna a las clases políticas, abonando a la corrupción.

Hay muchos empresarios que ante la pobreza plantean un análisis simplista: para ellos el único culpable de la situación económica de nuestro País es quien está sentado en Los Pinos, y olímpicamente se zafan.

Los artículos 3 y 4 de nuestra Constitución demandan equidad en la educación, garantías de una buena alimentación, protección adecuada para la salud, vivienda digna y agua potable para todos. Obviamente vivimos en un país donde las promesas y leyes son letra muerta.

El economista Gerardo Esquivel, en su estudio "Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y público", dice que las élites empresariales han capturado políticamente al Estado mexicano en defensa de sus intereses particulares y a costa del interés nacional.

Lo más lamentable es que la desigualdad social nunca ha sido un debate central o importante para el mundo político mexicano.

En otras latitudes, sin embargo, la buena nueva parece haber llegado con la reciente visita del Papa Francisco a países de Sudamérica.

Rompiendo esquemas, hace un llamado a los grandes capitales y a los sistemas económicos depredadores: "Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan los pueblos".

Expresa que el sistema idolátrico del dinero contradice todo el mensaje de Jesús y por ende es anticristiano (estos discursos caen como saco hecho a la medida a muchos empresarios mexicanos).

Al referirse a la desigualdad, el Papa critica los excesos de la riqueza, así como la ambición desenfrenada del dinero que gobierna, llamándole "estiércol del diablo".

Francisco...

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