Opinión Invitada / Otilio I. Cantú González: El dolor cala... y muy hondo

AutorOpinión Invitada

Innumerables veces en su vida terrenal, a través de casi 30 años, vimos feliz a Jorge Otilio, mi hijo. Una vida plena a lado de su familia, amigos, compañeros, maestros. Alguna vez quizá su angustia y tristeza fueron fuertes por motivos personales, lo que logró superar gracias a su entorno y a la presencia de la que sería el amor de su vida.

Nunca lo vimos tan feliz como aquel 2 de abril del 2011 cuando se casó con una joven maravillosa, ahora su viuda. Ese día Jorge Otilio cantó, bailó, bailamos, disfrutamos, lloramos, pero de alegría.

Qué ajenos estábamos aquella noche, hace ya casi dos años, de que 16 días más tarde lloraríamos inconsolables su muerte cuando un grupo de asesinos adscritos a la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de Nuevo León, comandados por el capitán segundo de infantería, Reynaldo Camacho Ramírez, terminó brutalmente con su vida sin justificación alguna. Su preparación los aficionó a la guerra y a la muerte, al fin discípulos de Felipe Calderón.

Todavía están -y estarán por siempre- en nuestras mentes las risas y comentarios de los recién casados cuando el 10 de abril acudimos a recibirlos al aeropuerto.

Jorge Otilio llegó un poco agripado, sin embargo, no fue pretexto para que el día 14 acudiera a su centro de trabajo a saludar a jefes y compañeros y ver cómo andaba la chamba.

"Voy a descansar un poco", nos dijo, "pero siento que me necesitan y voy a ir antes de que terminen mis vacaciones.

"Mire, papá, así guardo unos días para después solicitarlos en alguna emergencia".

Era el único de mis cinco hijos que a su mamá, su papá y tíos nos hablaba de "usted", a pesar de mis intentos de que nos tuteara.

"No puedo, papá", decía. Él asumía que por respeto debería ser así.

Tomando medicamentos, aquel Lunes Santo del 18 de abril del 2011 se fue a trabajar.

"Mi suegra me dio una torta para que me la llevara en la mañana y me voy a ir en mi troca", nos dijo al despedirse la noche previa, antes de dormir.

Para irse al trabajo, alternaba tanto su ruta como mi carro, un Deville 2002, porque mi camioneta me fue robada a punta de metralleta en una farmacia de la Col. Contry cuatro meses antes por otro grupo delictivo con uniformes federales.

Esa mañana, Jorge Otilio decidió irse por la ruta Garza Sada-Las Torres, en donde fue a toparse 10 minutos después con un grupo de sicarios con uniforme y camionetas de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado que truncaron su vida en el momento más feliz, cuando apenas cumplía 15...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR