El instante de 22 años

AutorJose Emilio Amores

El mito, cualquier mito, sobrevive por pereza mental. Muere cuando se le somete a un análisis sobre su origen, significado y papel como instrumento de control social. El mito, una vez muerto, renace como figura poética: transmútase en obra de arte.

Los habitantes del interior del país pusieron sobre los regiomontanos la etiqueta: "ésos" de Monterrey son personas laboriosas, sobrias, ajenas al dispendio y negadas a toda actividad cultural. Como decía Cantinflas, "lo que hace la falta de ignorancia". Lo curioso del caso es la humildad para tragarnos y hacer propio tamaño despropósito. A partir de ahí nos inventamos un complejo de culpa por ser diferentes, cuando precisamente la valía de nuestra cultura radica en ese atributo de ser distintos. Si culpa alguna hubo, fue pura pereza mental. Nos hicimos cómplices de la tontería del norte inculto tan sólo por no tener altares barrocos, pintorenquismo artesanal, ruinas abandonadas de culturas mesoamericanas y ¡horror!, por no ser parte de las instituciones denominadas, despóticamente, "nacionales", y cuyas fronteras son los límites de la ciudad de México: la Orquesta Sinfónica Nacional, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Centro Nacional de las Artes, la Compañía Nacional de Danza, la Universidad Nacional, la Cineteca Nacional y, en guiso aparte el del pleonasmo: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (nombre tan chistoso como el de la tlapalería que anunciaba: se venden anilinas de todos colores y también amarilla). Yo no sabía que las artes son un ente aparte de la cultura.

El mito de la incultura regiomontana se resquebrajó a principios de siglo y desapareció en la década de los años veinte, en 1943, 1948, 1950... y más y más fechas. Lo que ocurrió, como dice Xavier Moyssén, fue que nunca nos ocupamos de dejar constancia escrita de lo mucho que se hace en estas tierras; simplemente aceptamos el dogma venido del centro, temerosos de la Nueva Inquisición representada por la burocracia federal: la del paradigma "nacional": yo, Tenochtitlán; tú, Cuautitlán.

La cadena de fechas culturales olvidadas renació el 9 de noviembre de 1977 con la creación del primer museo de arte en Monterrey. Un museo que nace con una vocación y un propósito. La vocación es doble: poseer una colección permanente y organizar exposiciones temporales de arte valioso, arte de cualquier época y sin distingos geográficos. El propósito asignado al Museo fue, y es, poner a disposición de toda persona obras que sólo...

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