El imaginario de Pocasangre

AutorRicardo Diazmuñoz y Maryell Ortiz de Zárate

En una topografía semiplana donde predomina un clima seco, y a 5 kilómetros de Dolores Hidalgo, se encuentra El Llanito, uno de los santuarios más imprevisibles del país y menos conocido por la mayoría de los católicos mexicanos, no así por los miles de fieles del estado de Guanajuato que año con año acuden en caravanas a venerar al Señor de los Afligidos.

Esta talla española de madera policromada fue donada a la congregación por los mariscales J. Lázaro Tomás y Salvador A. Jiménez.

Lo primero que verás al llegar al sitio donde se ubica el recinto sacro será la Capilla del Retache; te agradará su extraño reloj de sol. Acércate al templo para que admires las figuras de ángeles músicos que ornamentan las torres; ellos observan, como tú, el paisaje desolado.

En este santuario, edificado en 1559, podrás asomarte a una de las manifestaciones pictóricas más sugestivas del arte sacro guanajuatense y del país: los temples realizados por el maestro Miguel Antonio Martínez de Pocasangre en las arquerías y bóvedas ubicadas a la derecha del atrio.

Las pinturas murales, ejecutadas entre 1740 y 1776, exponen temas relacionados con la expiación de los pecados.

Martínez de Pocasangre es muy conocido por su copioso trabajo en el Venerable Santuario de Jesús Nazareno que se yergue en Atotonilco, a 16.5 kilómetros de San Miguel de Allende.

En este recinto sacro, obra excepcional del barroco novohispano ubicado en una zona de balnearios de aguas termales, te espera un mundo pictórico restaurado recientemente; ahí, las múltiples imágenes que copan todos los muros de las capillas, el vestíbulo y la nave principal te inducirán a emprender un viaje alucinante.

No nos detendremos ahora en este santuario, más famoso que el santuario de El Llanito, donde la creatividad del artista se dirige por otros rumbos; aquí su intención es más reflexiva sobre los aconteceres del penitente en el más allá.

La pintura de Pocasangre (muchos habitantes de la región han eliminado su nombre y el Martínez, tal vez por abreviar o por resaltar lo extraño del segundo apellido), ha sido calificada por algunos de "arte popular", por otros de "arte ingenuo".

Una opinión, para nosotros de gran valor y estima, es la de Maruja González, pintora y escritora avecindada en San Miguel de Allende.

"Los temples de Martínez de Pocasangre...

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