Entre el ídolo y el ser humano

AutorIdalia Barrera

Tuve la fortuna de conocerlo en 1984, cuando sonaba su éxito "Querida". Juan Gabriel venía a Monterrey a presentarse dos días al Hotel Crowne Plaza.

Llegó por la tarde, en pants amarillos y tenis. Sonrió cuando lo intercepté y le pedí una entrevista. Me guiñó el ojo coquetamente y continuó su paso.

Era difícil llegar a él. Dos días después yo seguía yendo al hotel para insistir en la entrevista.

Le llevé el periódico EL NORTE con la reseña de su show. Se la hice llegar a través de un amigo, el empresario César González.

Minutos después de ver la nota, mandó decirme que si tenía la amabilidad de esperar a que terminara de comer, con gusto me atendería.

En poco tiempo, el famoso cantautor estaba frente a mí.

"¿Cómo está?", me dijo sonriente. "Quiero felicitarla porque yo sin atenderla, ni darle la entrevista, fue muy objetiva en su nota del show... ¿Acepta que le invite un café? Pero vámonos al Hotel Ancira, es uno de mis favoritos...".

Se puso sus lentes oscuros y nos fuimos caminando hasta ese lugar. Pocos lo reconocieron en las calles del centro.

Ya en el Ancira, nos dieron un lugar privado en el restaurante donde pudimos hablar largas horas, sin prisas de tiempo.

Cuando llegó el fotógrafo, pidió que nos tomara un par de imágenes juntos y se las enviara luego porque las quería conservar.

A partir de ese día, El Divo de Juárez y yo compartimos muchos momentos. Me contactaba siempre que quería, recuerdo el gran escándalo de 1985, cuando Joaquín Muñoz publicó el libro Juan Gabriel y Yo, donde aparecían fotos comprometedoras de él.

En el periódico me pidieron una entrevista para que hablara del tema. Nadie la había conseguido en México y yo, la verdad, lo veía casi imposible. En esos días él estaba por llegar a la Ciudad para presentar su show.

Con Alberto Aguilera nunca se sabía cómo iba a reaccionar, era impredecible. Siempre me sorprendía. Antes de llegar a Monterrey me llamó; me dijo que me esperaba al día siguiente a las 19:00 horas en el hotel. No permitió que llevara fotógrafo, así que casi siempre las fotos las tomé yo.

Juan Gabriel era un monstruo en el escenario, pero fuera de él era como un niño, juguetón, bromista, espontáneo. Se veía que realmente era feliz y disfrutaba mucho que lo consintieran.

Ese día de la entrevista me pidió que le tomara las fotos acostado en su cama y se hizo el dormido, abrazado a la almohada. Quería que el encabezado dijera "Juan Gabriel puede dormir tranquilo".

En esa ocasión estaba acompañado de un...

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