En honor a los grandes

AutorRogelio Elizalde

ENVIADO

DONAUSTAUF, Alemania.- Si algo se le puede agradecer a Luis I, que reinó el país Bávaro de 1825 a 1848, es el hermoso legado que dejó repartido por toda la región. Su admiración por la antigua Grecia y el Renacimiento italiano lo llevó a patrocinar edificios neoclásicos en Baviera, incluso después de abdicar, cuando siguió haciéndolo con recursos propios.

En 1807, con 20 años y como el príncipe heredero al trono, comenzó a idear el templo de Walhalla, cerca de Ratisbona, con la intención de recordar a personajes destacados en las artes, ciencias, filosofía o como gobernantes. Se eligieron personalidades germanas, concepto que en esa época (décadas antes de la fundación del imperio Alemán) englobaba también góticos, lombardos, anglosajones, austriacos, holandeses y suizos.

Consiguió un terreno perfecto, donado por el príncipe de Ratisbona, rodeado por un bosque y con vista de altura al Danubio. La obra comenzó en 1830 y logró inaugurarlo casi para el final de su reinado, en 1842.

Alrededor de un millón de visitantes acuden a este recinto cada año, gran parte de ellos navegando por el Danubio en un lindo paseo escénico en ferry, ya sea con amigos bebiendo cerveza bávara o con compañeros de la escuela, porque grupos de primaria y secundaria acuden con profesores que explican la historia.

Al llegar hay que subir alrededor de 350 escalones de mármol desde el río. El edificio está inspirado en el Partenón, y cuenta con 52 columnas dóricas en sus 125 metros de largo, 50 de ancho y 20 de alto.

La entrada cuesta 4 euros (alrededor de 67 pesos) y dentro están 130 bustos de mármol de personajes como Beethoven, Bach,

Brahms, Bismarck y Mozart. El recorrido es breve, no rebasa los 15...

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