Una historia en cada ladrillo

AutorJesús Pacheco

ALBI, Francia.- A escasos 80 kilómetros de Tou- louse se encuentra Albi, ciudad también vestida de ladrillo y tejas rojizas que el verano pasado fue incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Tras recorrer esa mínima distancia y hacer una escala en el Castillo de Mauriac, Albi te da la bienvenida con el porte medieval de su casco histórico, duplicado, para deleite de tus ojos, por las aguas del río Tarn.

Vestida de ladrillo anaranjado y de tejas rojizas, la ciudad episcopal de Albi ha comenzado a seducirte a través de la ventana de tu habitación en el hotel Mercure Albi, otro edificio de ladrillo rojo que en el siglo 18 funcionaba como molino.

La curiosidad no te permite descansar y desde la ventana, decides que cruzarás por el Puente Viejo hacia el casco antiguo, donde se encuentran las dos celebridades albigenses en torno a las cuales fue construida la Ciudad: la Catedral de Santa Cecilia y el Palacio de la Berbie, que hoy alberga el museo Toulouse-Lautrec.

La Catedral

Si bien ya intuías que la Catedral de Santa Cecilia era un edificio enorme cuando te hallabas en la otra orilla del Tarn, verla desde la plaza contigua te dejó sin aliento por sus dimensiones y su aspecto fortificado.

Pronto te explicarán que, además de ser una obra maestra del gótico meridional, se trata de una de las catedrales de ladrillo más grandes del mundo, cuyos muros de 113 metros de alto son sostenidos por muros de 5 metros de ancho.

Como pronto descubrirás en cada rincón de Albi, la Catedral narra también, desde cada ladrillo, la historia agitada de la región.

Ilustra, por ejemplo, el poderío que recobrara el clero católico romano al final de las cruzadas. Y representó un rotundo mensaje de grandeza y rigor de la Iglesia católica hacia los cátaros, que promovían la austeridad y rechazaban todo sacramento.

Al interior, seguirás de asombro en asombro. Cada rasgo de la profusa ornamentación se disputará tu interés.

Pero esta mañana ganará el fresco del Juicio Final, pintado hace más de cinco siglos por artistas italianos y que presume de ser el más grande de la Edad Media. Cada pecado tiene su representación y están escenificados el Cielo, la Tierra y el Infierno.

Evitas observar el castigo que reciben los golosos. No lo consideras un buen aperitivo. Es hora de ir a probar por qué L'Esprit Du Vin, el restaurante del chef David Enjalran, ha sido tan laureado.

El Palacio de la Berbie

Tras una comida soberbia, llega la hora del postre, que hoy será...

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