Héroe del diamante

AutorDaniel de la Fuente

Con el semblante serio que mantuvo a lo largo del partido, sin dejar de mascar chicle, Ángel Macías se preparaba ese viernes 23 de agosto de 1957 para recibir a los siguientes tres bateadores del equipo de La Mesa, California.

Era la parte alta de la sexta entrada, la última oportunidad de los estadounidenses para remontar el 4-0 que les aplicó la Liga Industrial de Monterrey.

Esa tarde los más de 10 mil asistentes contemplaban absortos al niño de 12 años, delgado y de baja estatura, que desde la loma de lanzamiento del Memorial Park, en Williamsport, Pensilvania, estaba a punto de lograr un juego sin hit ni carrera en la final de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas. El primero, el único.

Escribió el mánager César L. Faz en su libro Los pequeños gigantes: "Todo mundo sabía lo que por superstición nadie quería comentar: Ángel Macías estaba jugando un 'JUEGO PERFECTO'".

Antes del trío de bateadores, Faz habló con su serpentinero:

"No quiero que regales ninguna base por bolas y no golpees a ningún bateador, Flaco", le dijo. "Lanza strikes y échale muy duro en esta entrada para acabar con esto de una vez".

Ángel asintió y reanudó al centro del diamante el contacto con el receptor Norberto "El Verdugo" Villarreal. Hizo la señal de la cruz y dando una última mirada a Faz sobre su hombro, lanzó hacia Hangil. Ponchado. Siguió Schweer, lo mismo.

Llegó el bateador Barney Haggard. La tensión y la algarabía, cuentan las reseñas, eran impresionantes.

Cuando la recta contundente del pitcher fue capturada por "El Verdugo" para el tercer out marcado por el ampáyer Howard Gair, el parque estalló en júbilo. Los compañeros, que ya no necesitaron batear, corrieron hacia Ángel, y éste saltó a los brazos de Faz.

Harold "Lucky" Haskins y José González Torres, gerente de negocios y coach del equipo regiomontano, respectivamente, corrieron hacia Macías al igual que aficionados de EU que presenciaron el ascenso invicto de la escuadra a lo largo de 13 partidos de la Serie.

Los reporteros se fueron en pos del pitcher.

"No tengo idea de cómo pude lanzar juego sin hit ni carrera, pero creo que todo fue porque actué sereno", dijo sobre aquellos lanzamientos.

Hoy, a sus 73 años, igual de sereno, Ángel reflexiona sobre aquel día histórico sin variar mucho de su primerísima impresión.

"Estábamos haciendo lo que queríamos hacer", expresa, "jugar beisbol".

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Lo primero que uno contempla en el vestíbulo y en la sala de Ángel son sus recuerdos de aquellos días: sus fotos con...

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