Hágase la luz...

AutorGerardo Valdez

En el principio era la luz.

Dios, de acuerdo al Génesis, ordenó: "Hágase la luz" y la luz hizo su primer fade in. A partir de ahí viene todo lo demás: el tiempo, el espacio, la historia.

Gracias a la luz se puede iluminar el drama humano, porque sin luz no se puede ver, así de simple: las imágenes de la memoria son delimitadas por la luz, incluso en el alumbramiento nacemos a la luz y a un espacio.

En cualquier cosmogonía o ámbito, espacio y luz son un binomio indisoluble. Si los trasladamos al terreno del teatro se transformarán en espacio escénico e iluminación teatral, tanto en su proceso de concepción y diseño como en su realización.

En la escena se utilizan formas espaciales escenográficas, las cualidades de la luz, la teoría del color, todo con la finalidad de crear una "atmósfera", un estadio de intensidades, movimientos que no tendrán valor en sí mismos si no están destinados a exaltar, estimular y ser un complemento vital con la acción dramática y su progresión.

La simbiosis espacio-luz en la escena debe ser la encarnación de las ideas humanas en símbolos concretos. Ser el viento que encienda el drama, produzca tensión y expectación, e intensifique y anime la ficción. Esta unión de luz, espacio y acción debe ser un lenguaje tan absoluto como la palabra.

El mayor adelanto que el teatro del siglo 20 y de estas casi dos décadas del 21 tienen respecto a épocas anteriores es su comparativo dominio para iluminar la escena.

Hoy las técnicas modernas de iluminación, sus artefactos, luminarias y equipos de control, nos brindan el dominio casi milimétrico del espacio a iluminar.

Un buen diseño, un montaje con equipo adecuado y un guión preciso pueden ser la más modesta, flexible y expresiva herramienta de la polisemia teatral, porque no se trata de iluminar las cosas sino de poner luz sobre las ideas.

Es claro que iluminamos el espacio y a los actuantes, pero la tarea primordial del diseñador de luz será iluminar el drama.

La luz en la escena debe ser algo vivo: tiene movimiento, crece, se transforma, tiene un ritmo y hasta una melodía que se forma desde la primera lectura que se realiza de un texto o idea. La luz une separa, golpea, inquieta...

Esto hace que el espectador no sólo capte la luz por el sentido de la vista sino que lo haga vibrar emocionalmente. Una buena iluminación no se nota, se siente.

Las funciones de un diseñador de iluminación escénica deben ser tan sencillas como complejas: dar visibilidad, producir un efecto estético...

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