Hacia un paraíso olvidado

AutorIrene Savio

Corresponsal

Hubo un tiempo, hasta el año 700 a. C., en que la isla de Lampedusa era un refugio de navegantes fenicios, griegos, romanos y luego árabes, así como de piratas que allí reposaban tras sus saqueos, como cuenta, entre otros, el escritor Ludovico Ariosto.

Más tarde se la pelearían españoles, italianos, malteses y franceses por sus bellezas naturales y su estratégica posición en el Mediterráneo.

Ya para 1860, la isla fue añadida oficialmente a Italia, país que la transformaría, primero, en una cárcel para presos políticos y, luego, en un paradero vacacional para ricos turistas italianos.

Pelaghie, nombre que los griegos le pusieron al archipiélago del cual forma parte Lampedusa, significa "islas en alta mar". Hoy, Lampedusa junto a Lampione y Linosa conforman las Islas Pelagias.

Deseada, peleada, paradisiaca, desconocida: son muchas las cualidades que podrían atribuírsele a Lampedusa. Y es que esta isla, conocida como paradero de inmigrantes africanos llegados a Italia en pateras, es también un paraíso de aguas cristalinas y playas blancas en medio del Mediterráneo que, en la temporada que va de junio a octubre, se convierte en un buen destino turístico para los amantes de la naturaleza y la tranquilidad.

Un pequeño agasajo le llega al viajero en cuanto desembarca en el sugestivo Puerto Viejo de Lampedusa, al sur de la isla.

Es tan añejo este sitio, que lejos quedan las turbulencias típicas de Europa. Un ejemplo son los pescadores de aires serviciales que llegan al puerto cuando el Sol aún no sale y que ofrecen pescados y mariscos desde barcazas de madera.

"Durante la noche, usando el método del arrastre, pescan, y en las mañanas venden sus productos a los comerciantes locales, así como lo hicieron sus padres antes que ellos, y sus abuelos antes que sus padres. A los forasteros, en cambio, es muy común que les regalen algún pescado. Es un gesto de hospitalidad", dice Giuseppe Sparma, uno de los líderes de la comunidad local.

El "garum", una salsa de anchoas, es una prueba de esta antiquísima tradición. Este condimento, cuya receta se remonta al Imperio romano, aún puede saborearse hoy en uno de los tantos restaurantes situados en la calle principal del pueblo de Lampedusa, la vía Roma.

Es tan amplia esta calle, que el viajero puede, además de visitar la Fortificación del Reloj y la Iglesia Madre, sumergirse, recorriéndola, en lo más ruidoso que encontrará en toda la isla: un aglomerado de tiendas, bares, hoteles y locales nocturnos...

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