La guerra de la Independencia

AutorDaniel de la Fuente

Antes a Camila le preocupaban las quincenas, los fines de semana. Su llegada aseguraba asaltos, pleitos entre pandillas, tiroteos en su colonia, la Independencia.

Pero, de unos años para acá, dice, la refriega ha sido cruenta y puede acontecer a cualquier hora, como la tarde en que le salieron al paso unos encapuchados que bajaban a unos de un vehículo.

"Hasta cortaron cartucho con los niños corriendo, las muchachas que venían de trabajar. ¿Qué hubiera pasado si empiezan a disparar?

"Total, se llevaron a la gente".

Desde la sombra, esta secretaria y madre soltera dice que en la Independencia es común escuchar balazos, quizá tiros al aire.

"O a personas, no sé", agrega y cuenta que ahora sus hijos, adolescentes, nunca salen solos.

"Me decían que les daba pena que anduviera con ellos, pero un día el que menos creía caminaba con unos amigos cuando un carro se paró a su lado, se bajó un chavo y le dio un balazo en la cabeza a uno que iba adelante.

"'Nombre, mamá', le dijo, 'vi la muerte así de cerquita'. Y le dije 'ya ves, reza como yo'".

Pareciera que es la norma en la Independencia, centenaria, impune y guadalupana: distraer a la muerte con cuentas de fe.

En una semana la violencia puede aparecer varias veces en esta zona a unos pasos de los palacios Municipal y de Gobierno, y sobre la que a veces se dice que podría extenderse la Gran Plaza y abrir un túnel como el de Loma Larga.

En pocos días en este lugar que pudiera tener una alta plusvalía por su ubicación, un hombre fue hallado con dos tiros en la cabeza y torturado; tres fueron baleados por menores que traían una Uzi y un fusil AR-15, y dos fueron tiroteados por pandillas.

También una mujer acuchilló a uno porque la despertó mientras podaba un árbol y un tipo fue navajeado en el muslo.

Algunos de los 150 mil vecinos que se estima tiene esta zona colombianizada, en la que preponderan las casas modestas de una sola planta con rejas y letreros con el número de vivienda y el apellido de la familia, niegan acostumbrarse a la inseguridad, pero por su tono risueño para contar sus desventuras demuestran que, tristemente, esto sí ha ocurrido.

Finalmente, hasta hoy "la han librado". Se refieren a la realidad feroz: las camionetas que transitan raudas por las calles despedazadas; los que "panchean"; los vándalos que les cobran a taxistas; los tiroteos entre pandillas.

En esto se convirtió la antes llamada San Luisito, cuyos primeros asentamientos datan de mediados del siglo 19, y que en 1910 fue...

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