Guadalupe Loaeza / La tristeza de Nicanora

AutorGuadalupe Loaeza

Las que de plano se marearon durante el viaje del buque alemán Ipiranga, desde el día en que zarpó rumbo al Havre, el 31 de mayo de 1911, fueron Juana Serrano y Nicanora Cedillo. Por más que se mantenían en la proa del barco, no había manera de aliviarse las náuseas que sentían. Ambas habían sido contratadas por el cacique de San Sebastián, Tecoloxtitlán, Oaxaca, para servir con absoluta "lealtad y eficiencia" a la familia Díaz. Ah, cómo se reían de purititos nervios cada vez que el trasatlántico se sacudía por unas olas gigantescas.

De las dos, la más nerviosa era Nicanora. Cuando su patrona, doña Carmelita, les anunció: "Nosotros nos vamos a París. Las que quieran irse con nosotros serán bienvenidas", de pronto sintió como si un burro le acabara de dar una patada en el estómago. En la estación de San Lázaro, de toda la comitiva que viajaría, la noche del 25 de mayo, con don Porfirio Díaz, Nicanora era la que más lloraba. No era para menos. Dejaba a su novio en su pueblo, Santa María Aztahuacán. El momento en que más lo extrañó fue cuando el tren que los llevaba a Veracruz fue asaltado muy cerca de Tepeyahualco. No acababa de atravesar los peñascos de las cumbres de Maltrata cuando súbitamente la máquina detuvo su marcha con el objeto de que los asaltantes fueran dispersados por la guardia de Díaz. "Ésta es una mala señal", le dijo Nicanora, entre sollozos, a Juana Serrano.

Veinte días con sus respectivas noches tuvo que aguantarse con todo y escalas en La Habana, Santander y Plymouth la pobre de Nicanora su terrible mareo hasta las cuatro de la tarde del 20 de junio, momento en que el buque llegó, finalmente, al puerto del Havre bajo una lluvia, "bien terca", como le comentara la oaxaqueña a su compañera. Pero Juana no la escuchó porque estaba muy distraída observando cómo su patrón, don Porfirio Díaz, se despedía del capitán del Ipiranga. "¡Hurra, hurra!", gritaban los marineros en tanto la banda tocaba el Himno Nacional.

Tampoco en esos momentos Nicanora pudo contener el llanto. "Mira, mira, don Porfirio también está llorando", le comentó muy quedito Juana. En efecto, el ex Presidente de la República tuvo que limpiarse de inmediato las lágrimas antes de que vinieran a saludarlo Fernando González, Manuel Escandón, Lorenzo Elízaga, Miguel Béistegui, Luis Riba, Roberto Núñez y Federico Gamboa. "Mira, mira, don José (Vega Limón, ex...

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