Guadalcázar: Encantador pueblo lleno de historias

AutorLorenzo Armendáriz

San Luis Potosí es un estado en el que floreció notablemente la minería durante el tiempo de la Colonia.

Prueba de ello son los vestigios de antiguos centros de explotación hoy convertidos en pueblos fantasmas como el Cerro de San Pedro y el Real de Catorce.

Otras poblaciones como Charcas siguen, aunque en menor escala, explotando las minas.

De todos estos lugares, es Real de Catorce el principal centro de atracción para los interesados en visitar este tipo de sitios, misteriosos y llenos de leyenda, pero pocos imaginan, cuando cruzan ese inmenso valle conocido como el Altiplano Potosino, que pasan muy cerca de otro viejo mineral: el antiguo Real de Guadalcázar.

Para quienes se dirigen a visitar el Real de Catorce, o simplemente atraviesan el territorio potosino en su viaje, basta desviar un poco el camino y tomarse medio día, o un poco más, para visitar este interesante lugar.

Sin ser completamente un pueblo fantasma, Guadalcázar conserva mucho de ese extraño encanto que tienen los pueblos abandonados por el agotamiento del mineral.

Para llegar, habrá que atravesar primero una agreste serranía que lleva el mismo nombre del pueblo.

El trayecto es corto, pero atractivo. Más interesante será si imagina que lo tuvieron que atravesar, en su viaje a la capital de la Nueva España, las recuas cargadas de oro y plata provenientes del Catorce y Zacatecas.

Guadalcázar es un nombre de origen árabe que proviene de la España andaluza y significa "río de la fortaleza ".

Los primeros mineros que llegaron aquí en 1613 bautizaron al pueblo como San Pedro de Guadalcázar, en honor del virrey Diego Fernández de Córdova, marqués de Guadalcázar.

El Guadalcázar español fue famoso como refugio de contrabandistas y asaltantes, y el potosino también fue centro de operaciones de ladrones de cargamentos de oro y plata.

Por ello se dice que esta serranía esconde innumerables tesoros, ya que los asaltantes ocultaban sus botines en sus cuevas.

Hace tiempo conocía don Agapito Hernández, un hombre entrado en años que gustaba de recorrer estas montañas. Él me contaba de muchas personas que habían encontrado "relaciones", como él llamaba a los indicios de un tesoro oculto.

"Los que salen a caminar por la sierra ya nomás dejan los hoyos y los tepalcates regados", me decía.

Pero también me hablaba de tesoros encantados por seres misteriosos. Grutas ocultas que se abren en determinados días del año para ofrecer sus riquezas prohibidas, y una vez que el intruso se encuentra a...

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