Graciela Ríos/ Discapacitados: ver para creer

AutorGraciela Ríos

Quizá por nuestra ancestral historia de abusos, explotaciones y atropellos; tal vez por la subcultura de la transa en que hemos crecido, estamos lejísimos de otorgar a los demás nuestro respeto y confianza.

Por una parte están aquellos que sin una dolencia física intentan sacar ventaja de los espacios para discapacitados. Quizá por ellos, pagan justos por pecadores. Pero aun así, la actitud que tienen en su mayoría los "guardianes" de los lugares que se otorgan a los que tienen alguna imposibilidad, es lamentable.

Según el diccionario de la Real Academia Española, se le llama discapacitado/a a "una persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas".

Pero no sé de dónde saca la gente que la discapacidad física tiene que ser algo que se ve a simple vista. Si no se observa la silla de ruedas, los aparatos ortopédicos o la ausencia de algún miembro físico, no se puede creer en que la otra persona tenga algún impedimento. Parece que somos como Santo Tomás y, "hasta no ver, no creer".

He padecido un problema en la columna vertebral desde hace más de 8 meses. Una fractura importante en uno de los discos de mi columna me ha mantenido en condiciones de disminución de mis habilidades físicas. Aún ya operada he sufrido, día y noche, dolores que me imposibilitan para caminar, permanecer sentada, acostada o en una misma posición, por espacios de tiempo prolongados. Pero, a simple vista, esto no se puede observar. Y si el dolor no se "mira", no se "cree".

De primera impresión todo parece estar bien; me muevo, me siento, camino y eso es todo lo que la gente observa, por lo tanto, todo lo que cree; si cada movimiento implica dolor y sacrificio habrá de ponerse un horrible rictus de sufrimiento o, de lo contrario, se correrá el riesgo de pasar por mentirosa, como alguien que quiere "tomarle el pelo" a los demás o que desea llamar la atención o despertar la compasión de los que le rodean.

Es decir, además del dolor físico, se padece otro tipo de malestares como la incomprensión, la desconfianza y la sospecha de algunos, quizá de muchos. En ocasiones, se llega a padecer hasta la burla, la ironía de los demás.

Aparte de lo anterior, existen otros inconvenientes para los discapacitados.

Por ejemplo, los custodios de los cajones de estacionamiento asumen que los inhabilitados no podemos manejar y, por lo tanto, siempre debemos ir acompañados por alguien que...

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