GLOSAS MARGINALES / El Estado: garante de la felicidad

AutorEverardo Elizondo

En una de sus conferencias mañaneras, hace no mucho, AMLO dijo, palabra de más o de menos, que "el Gobierno debe garantizar la felicidad de los ciudadanos". La frase es preocupante. Implica desconocer los límites que tiene la acción gubernamental. La opinión pública, en general, incurre en el mismo error.

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Los regímenes socialistas, que prometieron prosperidad, estabilidad, justicia, libertad, igualdad -y no sé cuántas cosas más- fracasaron con estruendo. Ello debió enterrar en definitiva la noción de un Estado responsable de ciertos resultados clave, no sólo a nivel social (agregado, nacional, macro) si no también individual (personal, micro). Pero no ha sido así: la idea sigue vigente, por desgracia.

Por ejemplo, se ha aceptado, "gracias" a Keynes, el concepto de que el Gobierno es capaz de asegurar una tasa alta y sostenida de crecimiento del PIB. Por tanto, se sigue que los burócratas encargados de las finanzas públicas y de la política monetaria deben ser juzgados según sea su éxito o fracaso en dicha tarea. Esta ilusión está muy arraigada, a pesar de que choca de frente con una dura realidad: en la práctica, el grueso de las recesiones y depresiones que sufren las economías son consecuencia de errores de diseño e instrumentación de políticas públicas.

La ilustración por excelencia de lo anterior, analizada y documentada a cabalidad por los expertos, es la Gran Depresión de los treinta, causada y agrandada por equivocaciones crasas, tanto del Gobierno federal como del Fed. En el caso de México, es imposible cuestionar la tesis de que el desastre económico-financiero de 1982, se gestó y se detonó debido a la incongruencia entre las políticas fiscal y monetaria, por un lado, y la política cambiaria, por el otro.

Durante mucho tiempo, el Estado mexicano ha sido incapaz de crear las condiciones que permitan elevar y sostener la tasa de crecimiento económico. En consecuencia, la pobreza y la desigualdad siguen siendo características de nuestro medio. Más básico todavía: faltan dolorosamente la seguridad física y patrimonial que necesitan los ciudadanos. Con un desempeño tan precario, suponer ahora que el Estado puede "garantizar" la felicidad de todos y cada uno de nosotros es una pretensión desmesurada: una utopía. Equivale a...

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