Germán Dehesa/ Como unas Pascuas

AutorGermán Dehesa

Ya nada es como antes; pero, añadiría Robert Graves, las cosas nunca fueron antes como las recordamos hoy. El caso es que, hasta donde recuerdo, las Semanas Santas eran una extraña y petrificada isla de quietud y aburrimiento que nos sorprendía en plena primavera y cancelaba toda forma de acción o movimiento. En Semana Santa nunca pasaba nada; la vida pública se ponía entre paréntesis y la vida privada era un aburrido péndulo que se movía del murmullo rezandero a la catatonia. Mi eminente hermana conserva todavía en su antebrazo la minúscula cicatriz que testimonia, según ella, su heroica defensa de los valores cristianos. Jamás olvidaré la escena: era Jueves Santo y su Charrito Negro había conseguido, tras meses de ahorro, comprar el envidiado y ambicionado elepé (33 rpm) de Elvis Presley titulado "King Creole". En la primera canción -¡cómo olvidarlo!- el gran Elvis decía con voz amenazante: "If you're looking for trouble"... hasta ahí llegué; mi hermanita súbitamente convertida en la versión premoderna de Irma Serrano se lanzó como enloquecida sobre el tocadiscos marca Garrard y al grito de ¡en Jueves Santo no se oye música!, retiró el brazo del tocadiscos con tal vehemencia que rayó todo el disco y lo dejó inservible. Sé que no hice bien, pero he de reconocer que tan artero ataque a las vías generales de comunicación provocó en mí ese demoníaco sentimiento conocido con el nombre de "enchilamiento"; ciego de ira, tomé lo primero que tuve a mano que resultó ser un cuchillo de mesa y, lo juro por la estatura de Labastida, le di a la hoy admirable gastroenteróloga un golpe meramente correctivo en el brazo. Con lo que yo no contaba era con que, por aquel entonces, mi devota hermanita tenía los brazos como morcillas y una capacidad melodramática muy superior a la de Libertad Lamarque; habrá sido un levísimo corte de cinco centímetros que sangró profusamente: ¡Maaamaaaá, mi hermano me quiso matar de una cuchillada porque no cree en Dios! No saben el pancho que se organizó, e ignoran igualmente la brutal reprimenda de la que fui objeto. Básteles saber que si mi madre aún viviera, yo todavía seguiría castigado y sin mi disco. Conté esta historia por dos razones: a) porque mi méndiga hermana sigue mostrando la cicatriz y sobredramatizando la historia; ahora cuenta que la ataqué con un machete guerrerense; b) porque es la única anécdota realmente memorable que conservo de todas las Semanas Santas que viví en mi infancia y juventud; se trata pues...

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