Germán Dehesa/ Hoy

AutorGermán Dehesa

Es una historia tan vieja, tan triste, tan humillante. No es fácil paladear la victoria. Ya perdimos la costumbre. Según esto, nos habían dicho que lo nuestro era callar y obedecer, agacharnos y permitir, aceptar sumisamente el martirio y el cáliz. Adquirimos el horrendo vicio del sufrimiento y el despojo permanentes. Sísifos criollos, aceptamos una vez tras otra cargar la inmensa piedra, recibir el aviso de que lo estábamos haciendo muy bien y, a unos cuantos pasos de la cumbre, contemplar atónitos cómo la piedra rodaba una vez más rumbo al abismo. El pasmo de las naciones y de algunos nacionales era mirar la docilidad y la sumisión de todo un país que mansamente aceptaba cargar eternamente esa piedra que cada vez pesaba más. Creo que hoy no alcanzamos a imaginar lo que conseguimos. A mis 56 años, ya me puedo dar permiso de llorar y de festejar un hecho insólito que ya se anuncia en aquello que decía Cortázar: "No puede ser que estemos aquí para no poder ser" (sin embargo, tantos y tantos no han podido ser). Con fecha de hoy, México puede ser. Suplicaría que no me pongan en la lista de los idiotas que creen que nada se ha logrado; lo que yo creo es que el costo ha sido altísimo y que los daños materiales y morales son incuantificables. Mi primer recuerdo es humillante y tiene que ver con el PRI. Mi padre intentaba ganarse la vida como camarógrafo y proyeccionista de cine. Para su desgracia, hacía tan bien su trabajo que mereció ser seleccionado por Maximino Avila Camacho para estar a su disposición las 24 horas del día (para eso servía el poder). Jefe de múltiples familias, Maximino tenía súbitos arranques de difusa ternura paternal. Hacia las dos de la mañana, en mitad de alguna parranda, podía decir: Quiero que mi hija vea "Blancanieves", háblenle al chaparro y díganle que lleve a su hijo, para que juegue con la nena. Mi padre era el chaparro y yo era el hijo. Jamás hablamos de esto, pero puedo imaginar su infinita vergüenza al tener que despertar a un escuincle que todavía no cumplía tres años y que ya estaba aprendiendo a hablar y a recordar. Hoy recuerdo y hoy hablo. Entre esos tipos y yo siempre ha habido algo personal. Hace unos minutos, el Capitán Bucles ha venido a desearme buenas noches. Ojalá y puedan compartir la felicidad y el orgullo que me provoca saber que nadie en este mundo me obligará a despertarlo a deshoras. Hoy todos los mexicanos dignos podemos dormir tranquilos y felices. Todo está por hacerse; pero todo puede ser...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR