Germán Dehesa / Voy volando XIII

AutorGermán Dehesa

Señor Dehesa, ¿por qué viaja usted tanto? Subía yo por la calle de "Cedaceros" cuando tropecé con un paisano que, sin un besito previo, me soltó esta pregunta. Mi respuesta fue entre neutra y defensiva: no viajo tanto, además casi todos mis viajes son de trabajo. Terminó el diálogo, me fui a enloquecer a las librerías y ya estoy aquí, escribiendo. Ahora que estamos solos, ustedes y yo, les puedo explicar con más amplitud: me encanta viajar y hasta ahora puedo hacerlo. A mis 25 años no tenía pasaporte y mis viajes memorables habían sido por la Ciudad de México, por los Estados de la República y unas 200 visitas a Acapulco en el calamitoso jeep de mi tío Eduardo que era el más dedicado, constante y desastroso intérprete de tangos que la historia ha conocido. Ahora viajo cada vez que puedo. Antes de que me abandone el mundo, quiero conocerlo. ¿Isdatclir?

Pues estoy en Madrid, la ciudad de los atardeceres encendidos y trágicos entre Goya y Greco. Contra el horizonte se recorta una blanquísima figura femenina coronada por una cabellera de atardecer madrileño. No es la Duquesa de Alba. Es mi cuatacha la Maga Vaga que lleva varios meses en Madrid en calidad de tropa de ocupación (ya es conocida como La Cibeles II). Su presencia es una monedita de oro, un ikebana sonriente y, por qué no decirlo, un campanazo tibetano. Trae ahora el chincual de llevarnos a la Jaguarllú y a su consorte a que comamos en un restaurante madrileño, madrileño lo que se dice madrileño. El plan me parece muy aceptable. Por más que lo intento, no logro olvidar un restorán elegantísimo, nouvÅlle cuisine que se llamaba algo así como el "Somamonni" donde todos los minúsculos platillos parecían fetitos de foca.

Tacatán, tacatán, tacatán, ahí vamos nosotros trotando por las callejuelas del barrio de Chueca (ilustre compositor de zarzuelas, "La Gran Vía", entre otras). En el número 16 de la calle Libertad está el restaurante "Carmencita". El que entra por su puerta ingresa al Siglo 19. Les digo que mi amiga es vaga, pero muy maga. Hoy no han venido Campoamor, Pérez Galdós o Valle Inclán, pero éste es su lugar habitual. La tertulia, entusiasta o violenta y siempre gritada, anda por esas paredes de talavera con percheros, retratos, daguerrotipos adosados. "El humo de olorosos cigarrillos" se ha quedado inmóvil en el aire y los tres tenochcas nos acomodamos por ahí, a la sombra de Bretón de los Herreros. "Carmencita" es un...

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