Germán Dehesa / La traición del papel II

AutorGermán Dehesa

Retomo. Nos quedamos en que la versión muy evolucionada (y deteriorada) del goloso cochimí llegó a la 14 Feria del Libro en León. Después de una visita al periódico A.M. que es mi casa en el Bajío, fui conducido a elegante restorán de la localidad. Así como de pequeño me llevaban al "campo aéreo" a ver los aviones, así fui al restorán a ver pasar platillos que, desde mi abstinencia, se veían como la jamás alcanzada tierra prometida. Terminé mi chícharo y para disipar la melancolía me compré unas botas que desgraciadamente no son marca "Fox".

Todo lo aquí reseñado ocurrió con entera normalidad y según lo planeado. El calor era brutal, el sol era un encendido león, en las calles algunas personas participaban en la marcha de apoyo al candidato del PRI-PVEM (las dualidades funestas) y lo hacían con ese desgano que muestran los que saben que pronto morirán de insolación.

Lo que se salió totalmente de la norma y nos tomó a todos por sorpresa fue la inesperada y guapachosa multitud que acudió a la presentación del libro. Convencido como estoy de que hay algo de mezquino en aquel que elogia la obra propia, pensé que lo correcto sería aprovechar la oportunidad para hacer el elogio de la lectura. Escribir aceptablemente, les dije a mis cómplices leoneses, es relativamente fácil; ser buen lector me parece un reto más grande y más emocionante. El goloso cochimí creía que el papel hablaba, que estaba habitado por un espíritu y que tenía virtudes mágicas. A mi avanzada edad puedo afirmar que el indígena tragón estaba en lo correcto. Yo, tú, nosotros nos hemos sentado sin más talismán que un libro y con toda facilidad nos hemos puesto a platicar con Cervantes, con el numinoso Homero, con una monja jerónima del Siglo 17 novohispano, o con un insomne y asmático francés que quiere recuperar el tiempo perdido. Me dicen los que no saben que mi amigo Jaime Sabines ya murió. Es falso. Casi todos los días lo visito y él me habla y cada vez encuentro más sabias sus palabras. Todo esto está al alcance del buen lector que sabe que, en la compañía de tan excelentes amigos, su espíritu se ahonda, se amplía, se fortalece. De los libros traerá las provisiones y las herramientas que le permitan habitar de mejor modo la realidad. Leer no es un modo de la pasividad, es una discreta actividad que perfila nuestro rostro y...

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