Genio y Figura/ ¿Cuál es la prisa?

AutorGaby Vargas

Cada día corremos más y más. ¿A dónde vamos? ¿De qué huimos? Hacemos más cosas y encontramos menos significado en ellas. ¿Esto nos satisface o nos provoca un tremendo vacío? Habría que hacer un alto y distinguir entre lo que es importante y lo que es urgente.

Los cambios turbulentos que estamos viviendo nos provocan temor e incertidumbre. Por lo tanto, creemos encontrar la salida al correr más rápido, hacer lo que sigue y encontrarle un hueco a otro pendiente. Erróneamente pensamos: "Si estoy ocupado, debo ser efectivo". Al mismo tiempo toleramos la frustración, el cansancio y vivimos mecánicamente, en lugar de detenernos y analizar qué pasa y hacer algo para solucionarlo.

Tenemos que admitir que un tipo de vida así no funciona. Cuando vivimos en un estado de estrés, nuestra perspectiva de la vida se distorsiona y desarrollamos una visión como de túnel. Lo único que vemos es el reloj y lo que tenemos frente a nuestras narices. Esta perspectiva tan limitada de ver la vida nos limita muchas cosas, como poder estar, pensar, disfrutar y crear. Un amigo dice que ahora ya no nos deberíamos llamar "seres humanos" sino "hacedores humanos", y tiene razón.

Víctimas del cambio constante que nos sobrepasa, tratamos de lidiar con las incertidumbres que éste provoca. Como solución intentamos controlar los cambios, lo cual ahora suena tan absurdo como intentar controlar un ciclón. En realidad, lo que nos agota es el actuar como si estuviéramos en control.

Esto me recuerda al piloto y su navegante que vuelan a través de una espesa neblina. El piloto le pregunta: "¿Cuál es la posición?", el navegante contesta: "Le tengo buenas y malas noticias". "¿Cuál es la mala?", le preguntó el capitán. "Estamos fuera de ruta y totalmente perdidos". "¿Y la buena noticia?", "estamos haciendo un tiempo excelente". Así estamos.

¿Cómo se ha dado el cambio?

Los cambios han venido a romper la estabilidad de nuestras vidas. En los sesentas, éstos se inician paulatinamente con la tecnología. En los setentas, el cambio comenzó a ser la norma, con excepción de periodos donde no los había. Para cuando llegamos a los ochenta el cambio era más o menos continuo y empezaba a convertirse en una forma de vida.

La década de los noventa nos llevó a un cambio brutal, no sólo en la velocidad con la que se hacían los cambios, sino en la forma en que los experimentamos. Los periodos de estabilidad que antes había entre los cambios han desaparecido.

En este nuevo siglo los cambios se sobreponen...

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