Genio y figura / ¿Divertido, rápido y fácil?

AutorGaby Vargas

Al segundo intento fallido de embonar la pieza del rompecabezas, Luis, de 5 años, soltó el grito: "¡No puedo!"; aventó el pedazo de madera y se echó a llorar.

En los últimos años he visto con preocupación la poca tolerancia al fracaso que tenemos. Ignoro si en los niños se debe a lo rápido y fácil que los juegos electrónicos les recompensan; o al "efecto campechanas", como diría mi querido German Dehesa, quien contaba que en su niñez las campechanas se reservaban sólo para su papá y que ahora, el merecedor era su hijo; el caso es que a él nunca le tocaron. Su anécdota ilustra cómo hoy los niños se sienten merecedores naturales e inmediatos de las recompensas. Ellos gobiernan la casa.

Además, la baja tolerancia a la frustración es muy contagiosa. Basta que nosotros como adultos nos pongamos la tarea de realizar algo difícil que requiera tiempo y esfuerzo, para que rápido nos desafanemos y pensemos cosas como "no vale la pena"; "debería ser más fácil"; "eres un incapaz" y demás telarañas.

Con esta actitud olvidamos transmitir a nuestros hijos algo que, de hacerlo, sería un seguro para su futuro: la esperanza.

¿Y la esperanza -una palabra tan pasada de moda- qué tiene que ver? Como la nueva cultura demanda que todo sea divertido, rápido y fácil, los conceptos como el esfuerzo, la tenacidad, la perseverancia o la esperanza desaparecen del mapa.

Pero ojo, sin esperanza, la formación de nuestros hijos -y la nuestra- está destinada al fracaso.

Al investigar al respecto de la esperanza encontré que hay de tres tipos: · Desesperada: cuando existe una gran necesidad de algo y hacemos lo que sea para lograrlo.

· Optimista: cuando albergamos expectativas poco realistas.

· Realista: cuando somos sensatos sobre lo que esperamos.

De estas tres, es la esperanza realista la que más nos interesa. ¿Cómo definirías tú la esperanza, querido lector? A mí me sorprendió encontrar la definición del investigador C.R. Snyder, autor de "Physchology of Hope", para quien la esperanza no...

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