Genaro Lozano / Emergencia

AutorGenaro Lozano

A todos los Gobiernos les llegan momentos definitorios, crisis que los ponen a prueba.

A George W. Bush le tocaron los atentados del 11 de septiembre, cuya respuesta bélica lo legitimó en la Presidencia, pero también el huracán "Katrina" en 2005 y la tardía respuesta significó el principio del fin de la era Bush.

A Peña Nieto le tocó la crisis por los estudiantes de Ayotzinapa y la mentira histórica le quitó el manejo de la agenda y precipitó el fin de su sexenio.

La forma en la que los líderes mundiales den respuesta a la actual pandemia de coronavirus puede elevar o enterrar la popularidad de cualquier Jefe de Estado, pero especialmente puede salvar miles de vidas o poner en riesgo a cientos de miles.

Así funcionan los sistemas presidenciales. Las expectativas de la gente en Estados Unidos están concentradas en cómo responda Donald Trump a la pandemia; la población argentina voltea a ver lo que dice Alberto Fernández; los brasileños demandaron conocer si Jair Bolsonaro tenía o no el virus y por eso se hizo la prueba.

Y México no es una isla y aquí ocurre lo mismo. Es cierto, la oposición ha estado coordinándose para mandar mensajes de "sálvese quien pueda" o de "aquí no hay gobierno", pero el Presidente López Obrador les está poniendo la mesa, el mantel y los platos para que se sirvan con la cuchara grande.

López Obrador conoce el significado del Poder Ejecutivo. Sabe que el sistema presidencialista mexicano concentra la atención en el hombre que ocupa el máximo cargo político del País.

AMLO sabe que la figura del Presidente representa a toda la población, que en el presidencialismo quien dirige México es al mismo tiempo Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Comandante en Jefe, Jefe Legislador, Jefe Diplomático y todas las demás funciones que se interpretan de la Constitución.

Además, el carisma que tiene y los 30 millones de votos que obtuvo le dan un valor metaconstitucional y, en efecto, para millones, AMLO es una fuerza moral y un líder social.

AMLO es un líder social al que la gente oye y le tiene confianza. Eso es innegable, y justo por eso tiene la enorme obligación de dirigir con responsabilidad al País.

En lugar de continuar dando besos, abrazos, cargando niños, bailando, saludando a multitudes, comiendo con la gente, el Presidente debería guardarse en Palacio Nacional y predicar con el ejemplo.

Si en algo se ha fincado el liderazgo de López Obrador ha sido en su persona. AMLO asegura que su Gobierno va a combatir la corrupción como...

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