Genaro Lozano / Control de armas

AutorGenaro Lozano

Durante la Guerra Fría, el electorado estadounidense temía un ataque nuclear entre las dos superpotencias, ataque que hubiese significado la destrucción mutua asegurada, pero también la del planeta y votaban por quien ofreciera seguridad o la victoria frente al enemigo.

Hoy, el nuevo orden internacional -o desorden, como lo ha llamado Richard Haass- contempla nuevas amenazas a la seguridad de millones de personas, como el odio de la extrema derecha y el fácil acceso a las armas, así como un desastre ambiental que terminó en un solo día con la mitad de los hielos de Groenlandia.

Estos dos temas deberían ser el centro de la contienda presidencial en Estados Unidos. No lo son, pese a que los votantes más jóvenes los demandan.

Los 20 demócratas que compiten pierden más tiempo en la nostalgia, defendiendo el legado de Obama y su reforma sanitaria o atacándose entre ellos en lugar de señalar el desastre ambiental o la urgencia de controles para la compraventa de armas.

Los recientes actos terroristas que vimos en El Paso y Dayton se suman a la larga lista de tragedias que hacen de Estados Unidos el país desarrollado más violento del mundo y por ello cuatro de sus ciudades están en el ranking de las más peligrosas del planeta y, como consecuencia, 15 mexicanas también están en esa ominosa lista.

Los debates demócratas han sido tibios respecto a política ambiental y control de armas. Pete Butigieg ha sido el más certero al señalar cómo la discusión está estancada desde la masacre de Columbine en 1999.

Tiene razón. Ante cada nueva masacre la condena pública y el duelo nacional impulsan demandas de leyes que cambien la política de armas, pero muy poco pasa.

No importa que un supremacista blanco, estadounidense, no inmigrante, dispare contra latinos en El Paso. Mucho menos que el mismo día otro terrorista blanco abriera fuego contra civiles en Dayton con el rifle que compró fácilmente en un sitio web.

No importa que la congresista Gabby Giffords haya sido baleada en el 2011. No importa que el Presidente John F. Kennedy haya sido asesinado en 1963. No importa que Malcolm X y Martin Luther King Jr. hayan muerto a punta de cañón en 1965 y 1968.

Estados Unidos ama sus armas, el cabildeo proarmas tiene comprados a legisladores y amarrada a la clase política...

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