Gabriela De la Paz / No más impunidad

AutorGabriela De la Paz

En 1992 Hugo Chávez organizó un golpe de Estado a la Presidencia de Venezuela. Fracasó y fue enviado a la cárcel, pero se forjó una reputación de héroe que le sirvió para ganar las elecciones en 1998.

Venezuela languidecía bajo la corrupción de dos partidos que se turnaban el poder y la oportunidad para enriquecerse gracias a los ingresos petroleros.

Venezuela resplandecía con los títulos de las mujeres más bellas del mundo, pero ocultaba la miseria y el abandono de millones de ciudadanos.

Chávez implementó programas de salud y educación dirigidos a favorecer a los más pobres, entre otras medidas. No obstante, sus políticas nunca fueron lo suficientemente exitosas para revertir las cifras de pobreza, sabiendo que el día que ésta se extinguiera se terminaría su base de votantes manipulables.

Peor aún: basó su economía en un producto único, el petróleo, cuyo precio mundial no controlaba y se quedó sujeto a los caprichos de los árabes.

Sin embargo, elección tras elección, Chávez reformó la Constitución y al país para acumular poder. Como muchos líderes latinoamericanos -y uno que otro ruso-, no fue capaz de dejar la Presidencia.

Para colmo, al fallecer dejó como heredero a Nicolás Maduro, que no tiene ni la mitad de talento o carisma que tuvo Chávez y que ha tenido que sostenerse en el poder a base de quitar libertades de la manera más aberrante y cínica.

En años recientes hemos visto cómo la voluntad del pueblo, manifestada en marchas multitudinarias, ha podido tumbar a dictadores. Aunque quizás nos estemos enfocando demasiado en historias como la de Túnez y no veamos que para Ucrania y Siria no ha sido tan fácil derrocar a los tiranos.

A pesar de contar con una tradición democrática contemporánea, Venezuela no ha podido evitar los excesos de Maduro.

Los autogolpes de Estado de Chávez eran más inteligentes. Las reformas a la Constitución, la permanencia en el poder hasta su muerte no provocaron ni siquiera declaraciones de repudio de los líderes latinoamericanos. Quizás, porque muchos de ellos habían ganado campañas presidenciales gracias al dinero que llegaba de Venezuela.

Quizás, también, porque la situación nunca estuvo tan mal como ahora que las exportaciones del petróleo son hasta el 95 por ciento de los ingresos provenientes del exterior, y que muchas empresas extranjeras -entre ellas varias mexicanas- se han salido de ese país agobiadas por las presiones del Gobierno, especialmente desde 2013.

Por desgracia, los muertos y el caos se...

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