Gabriel Zaid / Bienestar en efectivo

AutorGabriel Zaid

Cuando Milton Friedman propuso en "Capitalismo y Libertad" (1962) un impuesto negativo, casi toda la población adulta de Estados Unidos presentaba declaraciones fiscales.

Según el libro, si el ingreso anual gravable resultaba de 10 mil dólares, estaría exento. Si mayor, el impuesto sobre el excedente sería de 20 por ciento (tasa única, sin deducciones). Si menor, el impuesto sería negativo: el causante recibiría del fisco la cantidad necesaria para completar 10 mil dólares.

En contrapartida, el "welfare state" (servicios médicos, educativos, etc.) sería desmantelado.

La idea no fue aceptada, y menos aún en los países (como México) donde pocos presentan declaraciones, y el grueso de los impuestos se recauda por otras vías (la nómina, las bebidas alcohólicas, el comercio exterior, el IVA).

Pero el libro difundió la importancia de simplificar la recaudación de impuestos y el gasto público. Fue traducido a 18 idiomas y vendió más de medio millón de ejemplares.

En México, el nuevo régimen se ha lanzado a recortar el gasto público y desmantelar las burocracias que lo administran, para entregar directamente los recursos a la población beneficiaria de servicios o subsidios públicos.

Es una buena idea, con limitaciones. No sería bueno desmantelar los semáforos y repartir el ahorro entre los peatones y automovilistas.

Y los recortes no deben ser trasquiladas sin ton ni son. Un Estado obeso (como antes se decía) necesita dietas con plan, distingos, preparativos, cuidado y persistencia.

Por el contrario, es mejor que la ayuda en efectivo sea indiscriminada y no esté asociada a los recortes.

Calificar a cada uno de los beneficiarios resulta costosísimo: requiere ejércitos de calificadores que visiten, entrevisten y juzguen, casa por casa. Se presta a la arbitrariedad y a la corrupción.

Y puede tener consecuencias inesperadas. En Estados Unidos, una ayuda a las madres abandonadas provocó abandonos, porque un padre desempleado ayudaba a su familia abandonándola, para que pudiese recibir el apoyo.

En México, la ayuda a los adultos mayores en el Distrito Federal provocó el desarraigo de ancianos que se habían quedado en su pueblo. En vez de enviarles dinero, sus hijos los traían para cobrar.

El reparto en efectivo de una pequeña parte del ingreso nacional no requiere un padrón de grandes costos (incluso políticos, porque puede ser visto como propaganda y reclutamiento clientelar).

Basta con aprovechar el padrón ciudadano más completo y actualizado que jamás...

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