Gabriel Guerra Castellanos / EU, un país dividido

AutorGabriel Guerra Castellanos

En un significativo cambio para el norteamericano promedio, hasta hace poco más interesado en el triunfador de un "reality show" que en el resultado de las elecciones presidenciales, en esta ocasión se percibe un entusiasmo inusitado.

En una encuesta reciente de Gallup, un 66 por ciento se manifestó "muy interesado" en las elecciones de noviembre, comparado con un 39 por ciento a estas alturas del año 2000. De igual forma, un 60 por ciento se declara "más entusiasmado" por votar en esta ocasión, mientras que la cifra comparable en octubre del 2000 era apenas del 38 por ciento.

Mucho se ha dicho y escrito acerca de cómo la empañada victoria del Presidente George W. Bush ha generado mucha de esta avidez por el proceso político, mientras que hay quienes opinan que ha sido la guerra en Iraq, o los ataques terroristas, los que han movilizado a la ciudadanía.

Si bien algo hay de eso, lo cierto es que la política estadounidense se ha ido polarizando con el paso del tiempo, debido a una gradual ideologización y partidización que sorprende a cualquiera que haya observado el quehacer público en Estados Unidos a partir de los 80.

Estados Unidos había llegado al punto culminante -si así se le puede llamar- de la política "light". El chiste, para todo aspirante a un puesto de elección popular, era acercarse en lo posible al centro, no a la justa medianía, sino a la no siempre muy justa media de las encuestas y de la blandeza política.

Este anticlímax político llevó también a la búsqueda del votante amorfo. Así, descubrimos nuevos términos electoreros: las "mamás futboleras" (Soccer moms) se convirtieron en epítome para los politólogos y consultores empleados en las campañas. La disputa por esos votos, los de las madres suburbanas de clase media o media alta; sin mayor inclinación ideológica; interesadas en el sistema de salud y en la educación; conservadoras en lo fiscal y liberales en lo social... Eran ellas, súbitamente, el Grial Sagrado de cualquier elección.

Fue con ellas que ganó Clinton en 1992 y con ellas que se vengaron los republicanos en 1994, cuando Newt Gingrich apareció en escena. Fueron después sus sucesores, los "papás de las carreras" (NASCAR dads) los que atrajeron la atención de los estrategas de campaña, hasta que se dieron cuenta de que por primera vez en mucho tiempo esta elección la van a decidir posiciones ideológicas, o al menos partidistas.

Según el New York Times, la brecha entre los republicanos que apoyan a Bush y los...

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