Gabriel Guerra Castellanos / ¿Genocidio en Sudán?

AutorGabriel Guerra Castellanos

Hoy en Sudán se presenta un caso claro de un genocidio en marcha. Lo que inició como un conflicto tribal ha escalado al punto de que el Gobierno sudanés ha financiado y armado a bandas de milicianos para enfrentar a los rebeldes. Hasta la fecha han perdido la vida cerca de 50 mil personas, y más de un millón se han visto desplazadas. Según la ONU, ésta podría ser la mayor catástrofe humanitaria en la historia moderna después de la de Ruanda.

Sudán es un país no precisamente pequeño ni tampoco perdido en el mapa. Con más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, es más grande que México, y colinda con Egipto, Libia, Etiopia, Kenia y el Congo, entre muchos otros países de la África centro-oriental. Su línea de vida es el río Nilo, ese que abastece a El Cairo al norte, y que hacia el sur desemboca en las aguas del Lago Victoria, entre Tanzania y Uganda.

El problema se origina en el año 2003, en la zona de Darfur, al occidente de Sudán, cerca de la zona limítrofe con Chad, cuando dos grupos rebeldes aparecen en escena demandando mayor atención del Gobierno central, y quejándose de discriminación en contra de los pobladores negros, para favorecer a los de origen árabe. Siendo los contrincantes musulmanes, éste no es un choque religioso, sino eminentemente étnico. Los sudaneses de origen árabe se consideran a sí mismos como "musulmanes puros", y están decididos a eliminar -de una u otra manera- a los musulmanes de origen africano, es decir negro.

Los rebeldes están organizados en dos grupos, el así llamado Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento por la Justicia e Igualdad, y ambos alcanzaron algunos éxitos al inicio de su campaña, aprovechando la distracción del Gobierno central, que trataba de acallar una rebelión cristiana en el sur del país, cerca de la frontera con Etiopía y Eritrea.

Decir que el Gobierno sudanés está rebasado sería repetir lo obvio, pero también es cierto que en este caso al menos ha optado por una estrategia combinada de asedio militar, organización de grupos paramilitares y juegos diplomáticos para retrasar y obstaculizar en lo posible la ayuda internacional a los refugiados y a las víctimas de esta persecución.

Las crónicas de lo acontecido, recogidas en parte por un informe de una visitadora de la ONU el viernes pasado, nos hablan de una surreal y grotesca combinación de modernidad y primitivismo: las aldeas son atacadas por milicianos montados a caballo y camello, apoyados por fuerzas regulares del...

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