FRICASÉ / El Abogado del Pueblo / Líderes deben unir

Los líderes, los verdaderos líderes, no ordenan: inspiran; no dividen, sino que unen.

En pocas ocasiones desde la Segunda Guerra Mundial se ha visto el mundo tan a la deriva y necesitado de liderazgo como se miró ayer, día en que se suscitó una debacle financiera como no se había visto en 33 años.

Nunca tanto como ayer tuvieron validez las inmortales palabras de Franklin Delano Roosevelt: "No tenemos nada que temer más que al temor mismo".

¡Y vaya que si hay pánico!

La gente ya no cree en nada ni en nadie, por ello la irracionalidad se impone, ya no es el peligro que corremos, sino el correr del peligro que asemeja una estampida de búfalos arrasando con todo lo que se le anteponga en el camino lo que hace el mayor daño.

Y que conste, no nos referimos exclusivamente al Gobierno de México: la falta de liderazgo es local y global.

Se mira en el vecino país al norte del Bravo, en el cual ni siquiera existen los suficientes kits para realizar las pruebas del covid-19, así como por decretar de manera unilateral la prohibición de vuelos de y hacia Europa continental, como también la cuarentena de regiones enteras de un país (Italia) en una versión mortal del juego "¡Tú la traes: 1, 2, 3, salvación por mí!".

Los infectados que se curen y los sanos que así se queden.

La economía global está sufriendo un daño incalculable, del cual se puede tardar años en recuperarse, si no es que décadas.

Obvio, el riesgo a la integridad física es real: dependiendo del calendario, en los grandes es obviamente mayor que en los jóvenes, y a los niños menores de 9 ni los toca.

Entonces, un peligro de este tipo que pone en riesgo la vida de los ciudadanos del mundo no se puede ignorar, despreciar o minimizar.

En la epidemia de 1918 de la llamada "influenza española" se cree que hayan muerto más de 50 millones de seres humanos globalmente.

Es de esperarse que con los avances de la ciencia y la tecnología los decesos que cobre el covid-19 se numeren como hasta ahora en los miles y no en millones.

Necesario nos parece observar, no obstante, que el daño lo está causando no el virus mismo, sino la reacción de la gente ante el riesgo que plantea, y ello en parte, como les decíamos, porque no...

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