Ese desmayo frecuente

AutorMaría Fernanda Torres

¡Le dio el síncope!.

Tan común es la frase como el desmayo, ya que suele presentarse con más frecuencia de lo que se piensa.

Aunque el síncope o desmayo común no se considera una enfermedad, existen situaciones en las que hay que prestar atención porque puede derivar de un problema cardiaco, vascular, metabólico o neurológico.

"El síncope se refiere a la pérdida súbita del conocimiento con recuperación espontánea inmediata", señala el cardiólogo Jesús Siller Rodríguez.

Médicamente, el desmayo común se define como síncope neurocardiogénico, también conocido como síncope vasovagal o neuralmente mediado, el cual ocurre por diversas razones, generalmente, no patológicas.

"No es una enfermedad en sí, es más bien un reflejo, una alteración del sistema nervioso autónomo, que llamamos disfunción autonómica", explica Siller, quien cuenta con una subespecialidad en arritmias.

"El sistema nervioso autónomo es el encargado de controlar las acciones involuntarias del organismo".

Por ejemplo, regula la contracción y dilatación de los vasos sanguíneos, determina la cantidad de ácido gástrico que necesita secretar el estómago, precisa los movimientos del intestino, por mencionar algunas de sus funciones.

La estabilidad entre los dos sistemas que lo integran, el simpático y el parasimpático, brinda la sensación de bienestar.

Sin embargo, cuando hay un desequilibrio entre ambos a consecuencia de una respuesta autónoma anormal o exagerada ocasionada por diversos estímulos, se produce una disminución brusca de la presión arterial y de la frecuencia cardiaca, que impide que llegue suficiente sangre al cerebro, y por consecuencia menos oxígeno, dando como resultado la pérdida de la conciencia.

"El desbalance aumenta la actividad del sistema parasimpático. Y se le conoce como síncope vagal porque el responsable de este reflejo es el nervio vago", agrega por su parte el neurólogo Héctor Martínez Rodríguez.

Los desmayos pueden ser recurrentes, dependerá de la sensibilidad de cada persona a estímulos posturales como cambios bruscos de posición o permanecer mucho tiempo de pie o sentado; visuales como ver sangre; ambientales como estar en lugares cerrados o conglomerados; situacionales como tos excesiva, deglución, micción o defecación; emocionales como estrés, ansiedad o nerviosismo, entre otros.

"Incluso algunos alimentos, olores o dolores intensos pueden activar el reflejo y provocar desmayos", indica Siller.

"Los estímulos son muy variados según cada individuo".

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