Francisco Martín Moreno / La muerte de la democracia

AutorFrancisco Martín Moreno

En México han existido generaciones liberales como la que impuso con la fuerza de las armas la Constitución de 1857; otra, resignada, sucumbió durante la oprobiosa dictadura porfirista y enterró el carísimo legado juarista. La siguiente, revolucionaria, arrojada y valerosa, derrocó a Huerta, "El Chacal", a pesar de la pérdida de cientos de miles de vidas humanas y de la destrucción de la economía.

¿Cómo dejar de saldar esa pesada deuda heroica y patriótica heredada de nuestros ancestros? Las generaciones de la Diarquía Obregón-Calles y de la Dictadura Perfecta claudicaron a la hora de construir una democracia y un Estado de Derecho, por más esfuerzos que se hicieron al final del siglo 20.

Mi verdad, sea dicha, México continuó gobernado de acuerdo a los estados de ánimo de una persona, llamada tlatoani, virrey, cacique, caudillo, Presidente, Jefe Máximo o "Ángel Tutelar de la República Mexicana, o Visible Instrumento de Dios", como adoraba ser reverenciado Santa

Anna, sin que la afirmación anterior pretenda comparar a aquel apocalíptico y pintoresco personaje con cualquier figura política de nuestros días.

Mi generación no es la perdida ni la desperdiciada, es la de la vergüenza, no sólo porque durante la llamada "alternancia en el poder" no se contó con talento y agallas para destruir al demoledor aparato tiránico tricolor, sino porque ahora, con nuestro voto posibilitamos el desmantelamiento de nuestra incipiente democracia al permitir la erosión de los contrapesos jurídicos y políticos diseñados para evitar el arribo indeseable de otro Jefe Máximo o de más ángeles tutelares.

Nuestra generación frustrada, víctima de un arrebato electoral, decidió enterrar justificadamente al PRI y elegir lo que fuera, aun cuando se tratara de López Obrador, el populista vendedor de esperanzas.

Hasta ahí se entendía el voto hepático e irracional de los ciudadanos ansiosos de un cambio. Sin embargo, a la hora de sufragar, también le entregaron a AMLO el Poder Legislativo, aun cuando, sin disponer de la mayoría calificada, cuenta a su favor con la corrupta obsecuencia de una parte de la oposición. ¿Ya? ¡No! El pueblo sabio le obsequió en su furia, 19 Congresos locales, más los que faltan, para poder llevar a cabo reformas constitucionales como las ya promulgadas ante el estupor y la indefensión de los liberales, hoy "conservadores".

Para acabar de destruir nuestra democracia, López Obrador necesitaba controlar también a la Corte y poder así mandar "al diablo...

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