Francisco Javier González / La envoltura superó al regalo

AutorFrancisco Javier González

La Final de la Champions League es el cerrojazo a las temporadas de futbol de casi todo el mundo.

Es el platillo esperado, el más sabroso, con el que la afición se levanta de la mesa para digerir el año y comienza su impaciente espera por el que sigue.

La Final inglesa, replicando en nacionalidades la de Europa League, indica la supremacía de los clubes de la Premier en el concierto europeo y por lo tanto mundial. Las mejores figuras del planeta actúan en Europa y, salvo dos o tres de ellas que no militan en ella, la posibilidad de inversión y capitalización viven en la Isla.

El empaquetado de la Champions es lo más sofisticado que haya visto el futbol: echa a andar su enorme mecanismo de mercadotecnia, ha adaptado como su himno un arreglo orquestal clásico y tiene visibilidad en el planeta entero.

Cuando los contendientes saltan al terreno de juego para la Final, parecería que vienen del firmamento, que cada futbolista desciende de una nube diferente y el espectáculo trasciende sus características terrenales.

¿Cuánto hubiéramos estado dispuestos a dar usted y yo por tener un asiento en el Wanda Metropolitano para ser testigos de esta Final británica?

Pero cuando suena el silbato del árbitro, todo vuelve a su dimensión original en la que la avaricia, la especulación y los errores en pases de 10 metros también tienen cabida.

Un penal marcado a los 22 segundos del inicio cambia totalmente el guion de la obra.

Como el gol es el táctico del partido, según lo decía el recordado Carlos Miloc, la ventaja en el marcador hizo al Liverpool, tan tempranamente cerca de la gloria, dejar escapar los sentimientos más opuestos a su filosofía y la de su...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR